Coloridos paneles anuncian una nueva época electoral. 20 candidatos para Lima y varios cientos para las municipalidades distritales. Muchos intereses detrás. Se puede generar un verdadero botín como lo hizo el arrestado alcalde de La Victoria, pero también existen otros candidatos con  genuinos deseos de trabajar por una mejor ciudad. ¿Cómo distinguirlos? Tarea difícil, pero no imposible.

Una tentación frecuente en elecciones municipales es buscar candidatos que nos ofrezcan un beneficio directo: arreglar la pista que me lleva a casa, construirme una escalera, remodelar el parque del costado, entre otras cosas que anhelamos para nosotros. Sin embargo… it´s a trap! Es natural pensar así, pero nos lleva a un equilibrio indeseado: alcaldes que hacen mucha obra pequeña (¿con coima detrás?), pero sin una visión de ciudad, condenándonos a un menor bienestar general (los economistas podemos pensar en el equilibrio de Nash). Al pensar en un beneficio directo para nosotros y dejar de lado el bien común, estamos renunciando a políticas integrales que ayuden a solucionar los problemas estructurales de la ciudad.

Él es José. ¿Se como José?

Él es José. ¿Sé como José?

Nuestro amigo José nos brinda un ejemplo medio obvio pero ilustrativo: José nunca usa transporte público, entonces no le interesan las propuestas sobre el tema y prefiere al candidato que promete más estacionamientos para autos privados. Dos años después José vive estresado y malhumorado por el tráfico insoportable fruto del caos en el transporte público. Si tan solo pudiese regresar dos años… tal vez hubiese sido bueno revisar las propuestas sobre el tema. Sin embargo, José no puede viajar en el tiempo. No seas como José. El transporte público no le afecta de manera directa, pero sí lo hace de forma indirecta y le genera un gran problema.

El ejemplo del transporte es obvio, pero no es así con otros temas. Pensemos en la seguridad ciudadana, un tema crítico. Se puede estar inclinado a votar por aquel candidato que promete más serenazgo (frente a casa), pero esto solo lleva a que la delincuencia se desplace o sofistique, y ataque por otro lado. En este caso, se debería buscar políticas integrales e inclusivas. ¿Qué nos dice la evidencia?

América Latina tiene 42 de las 50 ciudades más inseguras, y coincidentemente es el continente con mayor desigualdad en el mundo. Correlación no implica causalidad, pero sí evidencia una realidad preocupante. En particular Lima es una ciudad de extremos: 1.4 millones de personas pobres (menos de S/424 de ingresos mensuales por miembro del hogar) viven marginados y ocultos detrás de muros que los separan de sectores muy ricos. Es natural que en un entorno así, las tensiones sociales y la delincuencia aumenten.

¿Cómo solucionar el problema de manera integral? Los alcaldes pueden apostar por una ciudad más inclusiva. Esto es: más y mejores espacios públicos para todos, mayores actividades de promoción de deporte, cultura y recreación para jóvenes, vías de comunicación que prioricen el transporte público sobre el privado (de modo que las personas con menos recursos no estén apartados y excluidos, sino que puedan acceder más rápido y fácilmente al mercado), promoción de juntas vecinales, entre otras cosas. Una ciudad donde la gente disfrute mejor del tiempo libre, tenga más oportunidades de desarrollo sano, y esté mejor “conectada”, es también una ciudad más sana y segura. Tal vez estas políticas no nos generan un beneficio directo, pero los indirectos son muy grandes: en ciudades más inclusivas, la gente vive más feliz y tranquila.

Lima es una ciudad compleja y desigual, que experimentó un crecimiento desordenado fruto de una constante migración alimentada por situaciones de gran vulnerabilidad en otras partes del país. Cuando votemos, no podemos pensar únicamente en nuestro ombligo, sino también discutamos las propuestas de desarrollo integral para la ciudad. No nos metamos un autogol.