¿Qué relato te cuentas a ti mismo sobre el coronavirus? ¿Lo calificas como bueno o malo? ¿Qué rol ocupamos en la historia? Sea cual sea nuestra idea respecto al virus, todos sentimos su presencia en la narrativa global.

Entre las perspectivas popularizadas por el internet, encontramos una visión casi religiosa o mítica respecto a la naturaleza. Las varias narrativas que surgen nos ofrecen insights sobre las filosofías que cohabitan la discusión nacional.

El primer relato en surgir es el más antiguo que tenemos: algunos consideran el coronavirus un castigo cósmico por el mal actuar humano, por ejemplo, por la destrucción del planeta Tierra. Otros, no tan extremos, creen que el virus puede traer una futura amistad entre la naturaleza y el hombre con un equilibrio de recursos sin derroche. Reconocer la naturaleza amoral del virus es también otro relato; los escépticos dudan en su relato de la relación cósmica entre las mutaciones y el castigo, es decir, consideran que el virus es amoral.

La domesticación humana de la naturaleza

Una entidad que ha entrado en la discusión es el sistema político, cuya legitimidad ya se encontraba en jaque durante los últimos años. La pandemia mundial expuso el nivel de competencia de las naciones para lidiar con crisis. Para algunos, esto incluso reveló las prioridades de los líderes. Sin contar con un claro enemigo, muchos vilifican a los Gobiernos y su toma de decisiones, ya que ellos son responsables de mantener a salvo a su pueblo. Antes de pensar que podríamos retroceder a un estado de naturaleza hobbesiano (en que cada quien asegura sus derechos en perjuicio de otros), confiamos en nuestros sistemas políticos porque nos ofrecen asegurar ciertos derechos y ceder otros.

Los ciudadanos y las autoridades conviven en un sistema político

Para el filósofo inglés John Locke, lo que nos mueve es la búsqueda de bienestar o felicidad; bueno es aquello que nos produce placer y malo lo que nos produce dolor. Cuando se crea un Estado, los ciudadanos renuncian al derecho de defenderse por su cuenta para pasar de un estado de naturaleza a una sociedad civil con poderes. Estos ciudadanos pueden rebelarse contra el poder estatal cuando este no ofrezca lo que promete, principalmente el derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada. Recae en el ciudadano ser asertivo con su capacidad de rebelión ante las leyes, especialmente porque las decisiones individuales tienen repercusiones colectivas

Los individuos actuamos por nosotros mismos con la máxima libertaria de que nadie puede otorgar la felicidad; uno debe tomarla por sí mismo, pero olvidamos que constantemente cedemos muchas de nuestras libertades al grupo. Un bien inadvertido del aislamiento social es el regreso a los sentidos comunitarios. Algún efecto en la empatía colectiva surtieron los aplausos a las 8pm, el renacer del respeto por todos los trabajadores de salud o los videochats con amigos cercanos que se hallan lejos. 

Todos recordaremos lo que sucedió con la COVID-19 una vez que cese la cuarentena y, más aún, recordaremos qué relato nos contábamos sobre este. Si estos mitos sobre la pandemia no pueden otorgarnos verdades científicas o enseñanzas morales, nos permiten compartir una creencia y mantener la mentalidad colaborativa de grupo. Finalmente, la búsqueda del bienestar debe tener en mente al colectivo.