Es 31 de diciembre, hace calor y estás con toda la family. Llegan todos entusiasmados a disfrutar de un gran día en Agua Dulce, cuando se dan cuenta que la playa está llena de gente a más no poder. Retornar a casa con los trajes de baño puestos y todo preparado no es una opción y, de pronto, notan bañistas y sus familias que tampoco alcanzaron un lugar, disfrutando del sol en una pileta de Chorrillos. ¿All in a la pileta? ¿Mejor no porque es un espacio público cuya finalidad es otra? ¿Es saludable? ¿Se ve “mal”? No existe consenso sobre una respuesta correcta para este escenario, el cual surgió a raíz de la concentración de bañistas en una pileta de la Costa Verde en Chorrillos y que rápidamente se hizo viral gracias a los miles de comentarios y opiniones que suscitó.

Al leer varios comentarios en diversos posts, noté que las opiniones al respecto pueden clasificarse en tres grupos:

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  1. Los matones: Aquellos que estaban totalmente en contra del comportamiento de los bañistas y recurrían al insulto más hiriente de la sociedad limeña: “cholo” y demás. Estas personas no exponían las razones por las cuales estaban en contra, únicamente se dedicaban a insultar.

No es novedad que la palabra “cholo” en nuestro país tiene una definición muy polémica, pues se utiliza, en varias oportunidades, como una forma de denigración y discriminación (no te piques si la usas de cariño, cholo). Para este grupo, bañarse en una pileta es un comportamiento de gente “chola”, pobre, marginal, que no tiene cultura ni respeto por los espacios públicos, etc. Cómo dueles, Perú. Lo único que lograron estos comentarios fue mostrar el lado racista de quienes los escribían, a gran escala.

  1. Los detractores: Aquellos que estaban en contra y señalaban los motivos por los que adoptaban dicha posición. Una gran parte (pero no todos) exponía sus razones y lanzaba algún insulto o deseaba el mal a los bañistas y a quienes estaban a favor.

Entre los motivos para estar en contra estaban lo dañino que podría resultar para la salud, tanto para los adultos como para los niños, bañarse en aguas que no han sido correctamente tratadas; el mal uso de dicho espacio público, el cual señalan es únicamente estético; y la contaminación que se genera a raíz de la basura que los bañistas dejan en la pileta. Válidos o no, al menos algunos detractores utilizaron argumentos.

  1. Los defensores: Aquellos que no veían nada malo en que las personas accedieran a la pileta y decidieran bañarse en ella y, más bien, señalaban que quienes estaban en contra tenían el “cholómetro activado”.

“Ahhh….pero cuando lo hacen en Europa!” señalaban de forma irónica. Alegaban motivos como que en otros países también se presentaba esta situación y que, aparentemente, el lugar de residencia cambiaría la forma de interpretar determinadas acciones. Inclusive adjuntaron imágenes de personas bañándose en piletas públicas en otros países para hacer valer este punto y enfatizar que esta crítica era únicamente una forma de denigrar a las personas acá en Perú.

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Verisón gringa – versión peruana

Hoy, la pileta se encuentra resguardada por personal del Serenazgo, el cual se encarga de evitar que los veraneantes la utilicen para bañarse y recuerdan a la ciudadanía que dicho espacio es únicamente ornamental.

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Letrero recién estrenadito

Este incidente ha generado un polémico debate sobre los espacios públicos y sus funciones; sin embargo, también revivió una controversia ya conocida. Son estos episodios los que nos recuerdan que el resentimiento social y el racismo siguen latentes en nuestra sociedad. Si bien no se manifiestan en acciones, estar detrás de una computadora les da el valor para expresar esas ideas a quienes las tienen. Por otro lado, es importante tener en cuenta que, dentro de las necesidades de la ciudadanía, deben priorizarse las garantías para que sus habitantes tengan una buena calidad de vida. De este modo, si las municipalidades quieren evitar que las personas ingresen a las piletas, además de su prohibición, pueden proveer distintas alternativas de recreación y así ser parte de la solución. Más piscinas públicas, parques y centros de esparcimiento permitirían a la población tener más opciones al momento de elegir una actividad para disfrutar con toda la familia.