Casi por definición, nadie disfruta del dolor y, como todo aspecto poco placentero de la vida, desarrollamos estrategias para lidiar con él. Por supuesto, no me refiero al dolor físico que me indica que retire la mano del fuego o que acuda al doctor, ya que estas son estrategias de la naturaleza para optimizar la supervivencia. Me refiero al sufrimiento, la agonía del dolor, lo moral antes que lo físico.

La filosofía ha estudiado este fenómeno y ha desarrollado diferentes líneas de pensamiento desde donde comprender el dolor: como parte de las tribulaciones humanas, como consecuencia de la libertad (o el libre albedrío), como un balance ante aspectos placenteros como el amor, o como una alquimia de la mente. Entre ellas hallamos dos corrientes de pensamiento que afirman que, aunque el dolor sea una realidad, existe una cura para el sufrimiento. En este artículo exploraremos si las enseñanzas budistas y estoicas ofrecen una manera exitosa de eliminar el sufrimiento; y, si es así, ¿será esta la manera adecuada de lidiar con el dolor?

La innevitable muerte

En primer lugar, el estoicismo es una escuela filosófica fundada por Zenón en el periodo helenístico de la actual Grecia. Este propone el dominio de las pasiones mediante la virtud y la razón. En la práctica, el estoico busca alcanzar la felicidad o la sabiduría abandonando sus comodidades y lujos materiales a través de una actitud de fortaleza y, así, evitar ser perturbado por el sufrimiento. Si uno es indiferente a los sucesos externos del mundo, si no realiza juicios de valor para cada evento en su vida, no puede ser arremetido por el sufrimiento de un hecho externo que cause dolor (Pigliucci & Lorenzana, 2018).

Los estoicos incluso comprenden el dolor como una oportunidad para la virtud y se regocijan de la fortaleza obtenida por mantener su compostura. Marco Aurelio, emperador romano y filósofo estoico, dijo una vez: “El hombre sabio acepta su dolor, lo sobrelleva, pero no le añade” (Aurelio, 2016). La fuente del sufrimiento, entonces, no es el evento externo que nos produjo dolor, sino nuestras creencias erróneas y debilidad (Pigliucci & Lorenzana, 2018).

El sufrimiento no viene de las situaciones

Por otro lado, se encuentra el budismo, sistema filosófico, religioso y moral proveniente de las enseñanzas de Siddharta Gautama (o Buda), que tiene como objetivo la liberación del ser humano del sufrimiento (duhkha) por medio del alcance de la iluminación (nirvana). La creencia principal y la matriz de las diversas ramas del budismo radican en las “cuatro nobles verdades”: 1) la verdad del sufrimiento, 2) la verdad de la causa del sufrimiento, 3) la verdad de la extinción de la causa del sufrimiento, y 4) la verdad del camino que conduce a la extinción del sufrimiento (Blanco & Navarro, 2004).

La primera noble verdad afirma que el sufrimiento, duhkha para los budistas, es inherente a la existencia, todo contiene sufrimiento. La segunda noble verdad identifica el deseo como la raíz del sufrimiento: solo sufrimos porque sentimos apego. La tercera noble verdad hace una síntesis de las primeras verdades y concluye en que la única forma de destruir el sufrimiento es destruyendo su causa, el deseo. La cuarta noble verdad, también conocida como el noble camino óctuple, es una lista de enseñanzas dividida en ocho fases simultáneas que aspiran a alcanzar la iluminación, o nirvana. Aquellos que alcanzan la iluminación ya no se ven sujetos al sufrimiento porque han logrado suprimir su deseo.

Todo esta en movimiento

Así como el duhkha, los budistas también creen en otro concepto llamado annica, o impermanencia, que afirma que todo está en un constante estado de cambio. Este concepto es crucial, ya que tanto nuestro deseo como nuestro dolor están condicionados a un momento y lugar contenidos, al que igual que todo, no serán eternos (Ricard, 2019). El budismo afirma que el dolor es real, pero el sufrimiento proviene de nuestro deseo de no estar en dolor (Blanco & Navarro, 2004).

Sufre porque no quiere sufrir

Finalmente, me gustaría compartir las “tres marcas de la existencia” del budismo, tres características que se aplican a todo lo que existe, para responder la última cuestión. Luego de la impermanencia (annica) y el sufrimiento (duhkha), se encuentra la insustancialidad (anatta). Esta afirma que, dado que todo cambia, no existe un “yo” o una esencia eterna a mi persona sino, un flujo. La meditación es una herramienta particularmente útil para explorar la mente y, en especial, para comprender que no somos nuestra mente (Rinpoché, 2016). Por ello, si sufrimos por algún hecho externo como una separación o la muerte de un ser querido, se vuelve práctico reconocer que el ser humano no es solo un “pensador de pensamientos”, sino que existe una distancia entre el sufrimiento y el que sufre.

Edición: Paolo Pró

REFERENCIAS:

  • Aurelio, M. (2016). Meditaciones.
  • Blanco, A., & Navarro, P. (2004). El Dhammapada. El camino de la verdad (Tezontle) (1.a ed.). Fondo de Cultura Económica.
  • Pigliucci, M., & Lorenzana, G. F. (2018). Cómo ser un estoico: Utilizar la filosofía antigua para vivir una vida moderna. Editorial Ariel.
  • Rinpoché, S. (2016). Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte, El: Prologo del Dalái Lama. Ediciones Urano México.
  • Ricard, M. (2019). El monje y el filósofo. Urano.
  • Arte: Vincent van Gogh (1853-1890)
    • Trigal con cuervos (1890)
    • Dos girasoles cortados (1887)
    • La ronda de los presos (1890)
    • Los olivos (1889)
    • Retrato del doctor Gachet (1890)
    • Anciano apenado (En la puerta de la eternidad) (1890)