Las manifestaciones han sido medios para expresar el pensar de los ciudadanos desde tiempos remotos. Una de las primeras manifestaciones fue la de los seguidores de John Wilkes (Gran Bretaña, 1768), y es a partir de aquí que se empieza a construir la idea de manifestación que todos conocemos actualmente. La transición de la agrupación de personas para celebrar victorias militares hacia la marcha de trabajadores en defensa de derechos amenazados es lo que cambia el contenido de las protestas. Esta nueva concepción, además de crear un espacio para manifestar el desacuerdo, generó un nuevo interés por parte de las autoridades competentes, ya que cada vez estas manifestaciones alcanzaban mayor legitimidad y eran, por lo tanto, más difícil de reprimir.

En el contexto actual, la semana pasada hemos visto cómo desde el 10 de noviembre, día en que el Congreso de la República toma la decisión de vacar al expresidente Martin Vizcarra con 105 votos a favor, los ciudadanos han salido a la vía pública a manifestarse en contra de diversos puntos relacionados a la gestión política actual.

Al comienzo se pensaba que el motivo de las marchas era el respaldo al expresidente; sin embargo, con el paso de los días, se fueron esclareciendo los verdaderos motivos de las protestas. Existen muchos temas en discusión y por los cuales se está marchando. Dentro de esos temas, los principales son la separación de poderes, la elección transparente de los magistrados del Tribunal Constitucional, el apoyo a la reforma universitaria, la no promulgación de leyes populistas y leyes con “nombre propio”, el nombramiento de un gabinete ministerial que represente a la ciudadanía, entre otros.

Pero, ¿estas manifestaciones son legítimas?

La legitimidad se puede definir como la necesidad de los individuos por construir racionalizaciones ideológicas, creencias y actitudes que justifiquen sus propias acciones y las de los demás (Barreto y Borja, 2006). Es importante recalcar que estas acciones no solo deben tener la aprobación de los participantes en las manifestaciones, sino de la sociedad en su conjunto. Bajo esta definición de legitimidad, se podría afirmar que las protestas actuales son legítimas en cuanto a lo que se exige, ya que la gran mayoría de la ciudadanía las apoya.

Es incorrecto atribuir la decisión de legitimidad a un grupo político o un poder del Estado en específico; ya que, como se mencionó anteriormente, la población es la que mediante razonamiento propio juzga las acciones como legítimas o ilegítimas.

Entonces, teniendo en cuenta el contexto actual, ¿qué tan eficaces pueden ser las manifestaciones pacíficas?

La eficacia de una manifestación se define como la “posibilidad de que la acción colectiva pueda modificar la situación actual adversa en la que se encuentra un grupo” (Sabucedo,2001). Es probable que lo primero que pensemos es que las manifestaciones pacíficas usualmente no consiguen sus propósitos, por lo tanto, no son eficaces. Sin embargo, a través de la historia se ha demostrado que las manifestaciones realmente efectivas son las que cuentan con legitimidad y movilización social. Además, al ser manifestaciones pacíficas, suelen utilizar una técnica moral, pero también táctica que puede ser bastante efectiva para conseguir lo exigido.

Claros ejemplos de este tipo de manifestaciones son el arrodillamiento de Colin Kaepernink, jugador de la NFL, quien decidió no ponerse de pie al momento de cantar el himno nacional de EE. UU. debido al asesinato de diversos ciudadanos negros por parte de los policías blancos. Así mismo, las protestas individuales de Greta Thunberg al frente del parlamento sueco para pedir que se cumplan los objetivos medio ambientales. Ambas manifestaciones fueron criticadas por políticos al comienzo; sin embargo, llegaron a cumplir sus objetivos, ya que gozaban de legitimidad social, lo cual les permitió convencer a más personas de que su causa era la correcta no solo para ellos, sino para todos.

Vemos que, de cierta forma, el éxito de una manifestación está relacionada a la acción grupal y al porcentaje de apoyo que la sociedad le otorgue.

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Otros movimientos aún mejor conocidos son los iniciados por Gandhi o Luther King. Ambos movimientos estaban basados en la no violencia, argumentando que la violencia solo justificaría, en la mente de los opresores, una mayor represión. Gandhi y King eran políticos que reconocieron que necesitaban crear demostraciones de voluntad y también de superioridad moral si querían cambiar las ideas de otros.

Retomando el contexto peruano, a la fecha hemos tenido más de dos manifestaciones por día. Las más relevantes por número de personas fueron las marchas nacionales de los días jueves 12 y sábado 15 de noviembre. Es importante mencionar que, con cada día transcurrido, se han unido más integrantes a esta manifestación y se ha logrado una importante movilización social a pesar de las restricciones causadas por la pandemia de la covid-19. Esto refleja el gran apoyo social que ha tenido el movimiento no solo en Lima, sino a nivel nacional.

Algunos ministros y congresistas dieron declaraciones en las que tildaron a las marchas como “no pacíficas”; no obstante, se ha podido comprobar mediante videos recolectados por personas individuales y prensa que eso es falso. La Organización de las Naciones Unidas en Perú, hace tres días, manifestó su preocupación por la actuación de las fuerzas del orden en las protestas, ya que existe evidencia que acreditaría el uso arbitrario e indiscriminado de armas no letales, con ello se habría vulnerado el principio de proporcionalidad e infringido los estándares internacionales. Lastimosamente la represión policial ejercida en la segunda marcha nacional causó el fallecimiento de dos jóvenes: Jack Brian Pintado Sánchez (22 años) e Inti Sotelo Camargo (24 años).

A partir de este resultado, es complicado hablar de victorias absolutas obtenidas por las marchas, ya que, por un lado, sí se pudo cumplir con las principales exigencias de los ciudadanos: la renuncia de Manuel Merino y su gabinete ministerial, la paralización del proceso de elecciones de magistrados del Tribunal Constitucional, el retiro del proyecto de ley N° 06641 que promovía la expansión de la minería en la Amazonía, la elección de una nueva mesa directiva que tenga legitimidad y la próxima juramentación del parlamentario Francisco Sagasti como Presidente de la República. Sin embargo, por otro lado, se perdieron vidas humanas que lamentablemente ya no podrán ser partícipes de estos cambios logrados.

Edición: Paolo Pró