Acceder a la justicia en el Perú es caro, luchar contra el sistema es algo que desgasta y no te garantiza que se reconozcan tus derechos. A algunos el sistema los hace renunciar y a otros, no pocos, los hace buscar maneras de encontrar una salida fácil a un problema.

La semana pasada, “El Comercio” estrenó un documental sobre el sistema de justicia en el Perú. En él podemos ver cómo las personas hacen cola desde las 5 a.m. fuera de la sede del Poder Judicial para ser atendidos y, lo más impactante, ver también la acumulación de expedientes que se encuentran en pequeñas oficinas, esperando algún día ser resueltos.

La situación que vemos en las oficinas del Poder Judicial de Lima se repite en todas partes del país, e incluso en varias provincias es peor. En la selva, los expedientes se deterioran por la humedad y los estantes de madera que los guardan ceden porque están apolillados, siendo un riesgo para las personas que trabajan en el archivo.

Adicionalmente a ello, tenemos a los jueces, cuya reputación se ha visto afectada gravemente en los últimos meses, producto de los múltiples escándalos que varios conocemos y siguen apareciendo en las noticias: el “hermanito” Hinostroza, el blindaje de Chávarry y el “Dr. Rock” son algunos ejemplos de los miles que hay y deben haber aún dentro del sistema.

En tal sentido, no sólo tenemos un sistema de justicia que no funciona; si no que además tenemos jueces corruptos que empeoran la situación y hacen más difícil el acceso de la gente a la justicia. Por tal motivo, se sugiere que, aquellos que puedan pagarlo, no recurran al Poder Judicial y vayan al arbitraje. Lamentablemente, la mayoría no puede costear un arbitraje y quedan a merced del sistema de justicia Estatal.

Un juicio en el Poder Judicial puede demorar 5, 10, o hasta más años y sin garantías de que se realice de acuerdo a lo establecido en la ley. En un país donde las sentencias se compran y algunos jueces son comerciantes, la esperanza de obtener justicia es casi nula y si la hay, esta se borra luego del primer año de juicio, o en el segundo para los más soñadores. De esa mala experiencia surge la siguiente frase en el Perú: “A mis amigos todo, a mis enemigos la ley”.

Mi buen amigo Pablo Sánchez, gran abogado y escritor, me dio un ejemplo de cómo serían los jueces si fueran un equipo de fútbol. En ese supuesto, cada uno ganaría en función a su productividad ¿Se imaginan lo mal que funcionaría un equipo con salarios igualitarios? El resultado sería un equipo mediocre y sin estrellas, ya que los jugadores no tendrían un incentivo para mejorar cada día.

Por eso, si queremos buenos jueces, no solo bastan buenos salarios. Lo importante es que esos salarios se generen según la productividad de cada juez y que ese rendimiento sea acompañado con un buen equipo, buenos dirigentes y buenas condiciones, ya que el fútbol es más que goles y los jueces son más que sentencias.

Si al delantero le pagan por goles válidos, lo mismo debería aplicarse a los jueces que emitan buenas sentencias. A Cristiano y a Messi le pagan por resultados, no por intenciones.