El mundo está en una fase de cambios locazos extremos y sin precedentes o, por lo menos, eso es lo que diría un joven universitario que aún no ha experimentado un período de crisis de similar magnitud. Sin lugar a duda, se han acabado espero que no para siempre los viernes de juergas salvajes y las salidas al cine para “ver” la última película de terror. Sin embargo, también hay noticias positivas ¿o no?, pues, tanto en el Perú como en el resto del mundo, los sectores públicos y privados han unido esfuerzos para intentar, en la medida de lo posible, que la educación de los jóvenes no se detenga. Más específicamente, en el caso de los universitarios, se ha dado un proceso de virtualización. Así, en medio de tanta incertidumbre, lo que no se puede negar es que la vida universitaria y la vida misma ya no es como antes. Entonces, surge la pregunta: ¿cómo ha cambiado el estudiante universitario a raíz de la pandemia? ¿Qué hay detrás?

Podemos tomar a un estudiante representativo cuyo objetivo de vida es maximizar utilidad. En este caso, lo que se busca es realizar buenos exámenes y trabajos; es decir, conseguir altas calificaciones. Para este propósito, uno emplea un determinado número de horas para estudiar y obvio más tiempo de ocio y cierta base de conocimientos adquiridos a lo largo de la sufrida e intensa etapa de aprendizaje. Sin embargo, ¿será posible que la crisis sanitaria #MalditoCoronavirus haya generado que este estudiante cambie? Pues, la respuesta es afirmativa.

Por un lado, se puede hablar de un gran shock tecnológico. Ahora que un importante número de universidades está terminando sus primeros meses de enseñanza virtual, se puede evidenciar el incremento en el uso de nuevas tecnologías, plataformas y herramientas modernas. Se ha pasado de una situación inicial con lapicito, cuaderno cuadriculado y pizarra clásica; a una nueva normalidad con tablets, Apple Pencils y pizarras interactivas. Esta nueva situación también incluye mayor acceso a computadoras, internet y eficientes aplicaciones. Si bien uno puede extrañar la pizarra física y sentarse al lado de su crush, lo más seguro es que el mayor acceso general a modernas tecnologías aporte facilidades a la vida estudiantil en el mediano plazo. En estos primeros meses de adaptación, los profesores son estudiantes una vez más y están en proceso de optimizar su uso de las nuevas herramientas. No se ha llegado, pues, a un punto estable; sin embargo, este es un shock positivo que se puede entender como un aumento en la productividad de los alumnos y en una caída en la efectividad de los docentes hasta su adaptación.

Es conveniente entender por qué un aumento en la productividad puede ser tan beneficioso para los universitarios. En simple, la productividad se puede definir como la cantidad que uno puede producir por cada hora de trabajo. Así, lo que sucede es que el aumento de la tecnología permitirá aprovechar mejor las horas o minutos que se le asigna al estudio y, con el pasar del tiempo, esto se puede traducir en mejores calificaciones. Por ejemplo, podría ser más útil para un estudiante usar herramientas para hacer complicados gráficos online, que seguir usando regla, colores y mucha paciencia. De esta manera, uno puede minimizar costos a la vez que maximiza beneficios. Es decir, asigna mejor su más valioso recurso, el dinero, óptimamente, maximizando las calificaciones.

Finalmente, se está frente a un escenario en el cual la productividad tenderá a subir en el mediano plazo. Sin embargo, esto no será posible si los alumnos reducen sus factores de producción; es decir, si comienzan a estudiar menos #QuieroTocarLaGuitarraTodoElDía. Pero, en esta nueva situación, ¿estarán motivados a estudiar? Pues, esto depende del tipo de alumno: quienes no salían tanto y esto no es un gran cambio, y los que sí lo hacían y ahora el encierro los mata.

Por un lado, podemos considerar al alumno que salía más. Por ejemplo, si su participación en clase se limita a decir “todo claro, profe” y “profe, se dejó de compartir”, es seguro que ha perdido interés. Esto se debe, tal vez, a que la motivación de la “reu del finde” desapareció, o a que ha perdido contacto directo con profesores y alumnos #MiProfeTodavíaNoPrendeSuCámara. En definitiva, el efecto negativo de la pandemia va a requerir de aún más ocio para compensar el distanciamiento social para dicho individuo. Sin embargo, lo que se esperaría para aprovechar más el incremento en la productividad es un alumno que decida centrarse más en sus estudios, pues ahora vive encerrado tiene más tiempo libre. Esto se relaciona más a un estudiante que no se afecta tan directamente.

Definitivamente, si se le preguntara a cualquier ser racional, este afirmaría que la pandemia que vivimos ha sido terrible, y estaría en lo cierto. Sin embargo, el análisis previo muestra que siempre se puede encontrar algo positivo en el peor de los problemas. Es evidente que estamos en transición a una vida universitaria más productiva gracias al mayor acceso a las nuevas tecnologías. Con un poco de motivación y esfuerzo, podemos continuar los estudios con la ilusión de siempre.

Edición: Claudia Barraza