Desde el 02 de diciembre se está celebrando en Madrid la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2019, la COP25. Sin embargo, el reclamo para cuidar nuestro medio ambiente, a pesar de todas las conferencias y marchas que se han realizado (y realizan), sigue siendo el mismo: más compromiso por parte de todas las autoridades para darle vuelta a esta crisis inminente.

Si es que buscamos un consenso común, veremos que casi todos estamos de acuerdo con que las soluciones que se plantean a la crisis climática no son suficientes, que estamos a pocos años de que los daños sean irreversibles y que las poblaciones, especialmente las más vulnerables, sufran en gran cuantía estos daños. Por ello, las marchas ya empezaron y van en aumento, como aquellas lideradas por Greta Thunberg, la activista sueca de 16 años. Los gobiernos se están pronunciando y están implementando progresivamente medidas en favor del medio ambiente. Las poblaciones indígenas, siempre ignoradas cuando reclamaban por esta problemática, están siendo tomadas en cuenta. Y la Organización de la Naciones Unidas (ONU), organización internacional con la mayor cantidad de países miembros, ha tomado medidas para que se creen organismos adscritos a esta que velen por el medio ambiente, impulsadas por su Secretario General António Guterres, que exigió que los países luchen contra el cambio climático.

Entonces, ¿qué está sucediendo?, ¿por qué la situación empeora cuando parece que existe mayor compromiso? Me parece que la respuesta a estas preguntas puede ir por la siguiente dirección: cada persona que conforma la sociedad o, inclusive, cada ente activo que participa en esta (para así también incluir a las empresas) todavía no es consciente en mayor grado de la huella que dejan sus actividades en el medio ambiente, es decir, no son conscientes de lo que ahora se le denomina huella de carbono.

La huella de carbono es “la cantidad de emisiones, de gases de efecto invernadero, que produce el ser humano al fabricar un producto o realizar sus actividades diarias, es la huella que deja nuestro paso en el planeta. Se expresa en toneladas de CO2 emitidas”[1]. Este nuevo concepto poco a poco debe constituirse como un indicador para evaluar cuál es el verdadero impacto sobre la conservación del medio ambiente que genera cada sujeto que participa en la sociedad. En ese sentido, actualmente, ya muchas empresas lo están implementado como parte de sus políticas para el cuidado del medio ambiente, pero todavía falta que este sea difundido entre la mayor parte de las sociedades, especialmente a nivel de cada individuo. Así, este indicador es importante a la hora de estimar cuánto es el daño que en nuestro día a día puede producir al medio ambiente; contrario a lo que creemos, las actividades cotidianas más mínimas también tienen un impacto negativo en nuestro ecosistema.

A la par de las conferencias anuales y marchas, que mantienen la conversación activa sobre el cambio climático, cada uno (incluido las empresas, a las cuales se les atribuye la mayor parte de la responsabilidad) debe analizar cuál es su impacto personal. De esta manera, podremos encontrar medidas más eficientes a utilizar para reducir nuestra huella, y no seguir esperando que sea muy tarde y llegar a un momento donde la situación sea definitiva.

Edición: María Gracia García


[1] Claves para entender la Huella de Carbono. (s.f.). Recuperado 9 diciembre, 2019, de https://www.sostenibilidad.com/cambio-climatico/claves-para-entender-la-huella-de-carbono/