Crónica de una muerte anunciada

El pasado 7 de diciembre el (entonces) presidente de la República, Pedro Castillo, dio un sorpresivo mensaje a la nación horas antes de entrar en votación el tercer intento de vacancia en su contra. En su mensaje, Castillo anunció la decisión de “disolver temporalmente el Congreso de la República e instaurar un gobierno de emergencia excepcional”.

La respuesta no tardó en llegar. Los medios catalogaron este hecho como un golpe de Estado; varios ministros presentaron su renuncia irrevocable; y el Congreso adelantó la reunión pactada para tomar votación en una moción que parecía inevitable. Y así lo fue. La vacancia presidencial por permanente incapacidad moral fue aprobada con 101 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones.

Pero eso no fue todo, ya que el procurador general del Estado, Daniel Soria, presentó una denuncia penal ante la Fiscalía de la Nación contra Castillo por la presunta comisión de los delitos de sedición, abuso de autoridad y grave perturbación de la tranquilidad pública, por su fallido intento de golpe de Estado.

De esta manera, el desventurado miércoles de Pedro Castillo terminaría con su detención, cuando se encontraba rumbo a la embajada de México. Vaya día, ¿eh?

Todo esto nos motiva a pensar. ¿POR QUÉ? ¿Por qué Pedro Castillo tomó una decisión tan desacertada que supuso un “suicidio político”? ¿Cuál fue la motivación o en qué estrategia pensó el expresidente para dar tal mensaje? Y más aún, ¿puede la teoría económica explicar esto?

Acompaña al tío Voz Actual a analizar a qué jugaba Castillo.

¿Jugamos?

A todos nos gustan los juegos, ¿no? Fútbol, baloncesto, ajedrez, juegos de mesa o videojuegos para PC o consola. Los hay para todos los gustos. ¿Y qué solemos hacer cuando jugamos? Buscamos ganar. Pensamos en la mejor estrategia o decisión que nos permita vencer a los demás jugadores y consolidarnos como los mejores 😎. Bueno, esto es lo que estudia la teoría de juegos.

La teoría de juegos es una rama de las matemáticas y de la economía que estudia la conducta óptima que debe tomar un individuo y que depende de las elecciones de otros individuos. Estudia qué decisiones se deben tomar para tener éxito, conociendo o suponiendo cómo jugarán los demás.

Esta teoría considera que los individuos son homo economicus. ¿En español? Que cada persona elige las acciones que mejor satisfacen sus necesidades. ¿O sea? Los jugadores no son giles. Si juegan, juegan bien, tomando las mejores decisiones para ganar: maximizar su beneficio o reducir su pérdida.

Fuente: Shutterstock

Ahora bien, existen varios tipos de juegos, pero en esta ocasión nos centraremos en uno conocido como el juego del dictador.

El juego del dictador es un juego muy simple de economía experimental que ha sido muy usado para estudiar actitudes altruistas o egoístas. En este juego hay dos jugadores: el dictador y el recipiente; y una cantidad de dinero a quitar.[1] El dictador es quien decide cuánto quitar a cada jugador. Puede ser una división equitativa donde ambos pierden por igual, o puede ser desproporcionada, quitándole más al recipiente.

Entonces, si el dictador fuera un homo economicus y se preocupara solamente de sus propios pagos, debería decidir que el recipiente sea quien deba pagar todo el dinero en juego. Sin embargo, profesores de economía y psicología de la Universidad de Oxford descubrieron, a través de un estudio experimental, que los dictadores eligen quitarse dinero también.

Lo anterior puede hacernos pensar lo siguiente:

  1. Los dictadores que se quitan dinero fallan al maximizar su utilidad esperada (ya que la utilidad máxima se daría si no perdieran nada), o
  2. La función de utilidad[2] de los dictadores considera también los beneficios de los recipientes. Así, si los demás pierden mucho, les afecta también.

De esta manera, se diferencia a los dictadores altruistas, quienes deciden que ambos cumplan con el pago de manera más justa; de los dictadores egoístas, quienes solo quieren que el otro pague. ¿A quién te hace recordar?

Castillo en ruinas

Si aplicáramos este juego en nuestro contexto, tendríamos lo siguiente:

  • El dictador: Pedro Castillo.
  • El recipiente: El Congreso.
  • El dinero por quitar: La permanencia en el poder.

Según el juego, Castillo es quien decide, y comunica su decisión en su mensaje a la nación.

Fuente: OpenDemocracy

Ciertamente, el escenario no era del todo favorable para él, pues se le avecinaba una posible vacancia ese día. Además, los escándalos de corrupción que se habían señalado durante su gobierno ocasionaron que la desaprobación popular hacia él aumente. Por ello, la permanencia en el cargo estaba en juego. Y bueno, Castillo tuvo la “brillante” jugada de disolver el Congreso. Porque si no hay Congreso, no hay vacancia, je, je. Pero no fue así.

Lo anterior demuestra que la función de utilidad de Pedro Castillo no consideraba los beneficios del recipiente. Y esto llevó al expresidente a tomar la decisión egoísta de que el Congreso pague todo. Si Castillo hubiera tenido una función de utilidad de un líder de gobierno probo, en la que no solo importan sus beneficios, sino los beneficios del pueblo, representado por elección popular en el Congreso, y la búsqueda de orden político en los tres niveles de gobierno, posiblemente hubiera tomado otra decisión.

Así pues, si el discurso electoral que promulgó de siempre poner al pueblo por encima de todo fuese real y tomado en cuenta, la mejor decisión habría sido no disolver el Congreso y aceptar su destino en caso le tocase ser vacado, sabiendo que maximizó la utilidad del Perú que representa. Sin embargo, la historia se conoce. El mensaje del miércoles terminó siendo un arma de doble filo con uno de los peores desenlaces para el anterior presidente.

Ojalá algún día tengamos a un gobierno que deje sus intereses de lado y anteponga los de la nación. Al menos, esperemos que esto nos sirva de reflexión para definir bien nuestras funciones de utilidad y perseguir un camino más altruista que uno egoísta.

Game over.

Edición: Juan Diego Linares


[1] La variante original considera una cantidad de dinero a dar, pero usaremos la variante alternativa para aplicarla a nuestro caso.

[2] Ecuación matemática donde se representa la utilidad que obtiene un individuo al disfrutar de cierta cantidad de bien o servicio; en este caso, disfruta no dar dinero.