En alguna ciudad del mundo —muy posiblemente en el lugar donde el lector se encuentra leyendo este artículo—, un hombre se detiene a la espera de un semáforo en rojo. La cuenta regresiva transcurre con normalidad, hasta que el hombre en cuestión se queda ciego sin ninguna razón aparente. En todos los semáforos de la ciudad, la luz ha cambiado a verde, pero ya nadie puede notarlo. En cuestión de segundos, una “ceguera blanca” se ha expandido de manera fulminante por todo el mundo. ¿Qué ocurriría con la humanidad si todos nos quedáramos ciegos? Tal cuestión es el punto de partida que desarrolla “Ensayo sobre la ceguera” (1996), novela del Nobel de Literatura, José Saramago (Azinhaga, Santarém, Portugal, 1922 – Tías, Lanzarote, 2010).

José Saramago, autor de "Ensayo sobre la ceguera". Obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1998.

No son ciegos, “están ciegos”. La novela de Saramago plantea un tema inquietante: una plaga contagiosa de ceguera paraliza a toda la población mundial y paulatinamente afecta en el ánimo y actuar de personas, instituciones y ciudades enteras. A medida que uno se adentra en la vida después de la ceguera de personajes sin nombre de la historia, notamos que el autor nos alerta sobre “la responsabilidad de tener ojos cuando los demás ya los perdieron”. ¿Hay aún alguna esperanza? La lectura del libro es conmovedora —y aterradora— pues los tiempos que corren ahora no son ajenos a la ficción que el autor portugués nos plantea.

En un principio, no todo el mundo queda ciego. Hay gente que aún no ha sido contagiada, y son los que viven con el miedo constante de quedar ciegos de un momento a otro. Mientras científicos alrededor del mundo buscan una cura para acabar con la ceguera, los contagiados son puestos en cuarentena inmediata en edificios en las afueras de las grandes ciudades. A medida que el número de ciegos son puestos en aislamiento, la supervivencia se torna más difícil de soportar. Tan solo basta con imaginar el hedor desprendido por los desechos de las personas y la escasez de recursos para sobrevivir, lo que afecta la manera como cada individuo va perdiendo la fortaleza de seguir viviendo. La desesperación da inicio a las peores atrocidades. Los militares toman medidas extremas para evitar el contagio, y cometen asesinatos a expensas de los ciegos. Lo que en un principio era una cuestión de protección y cuidado mutuo, llega a convertirse en una situación en la cual el hombre fuerte pierde el sentido de la solidaridad y el cuidado mutuo.

¿Qué pasaría con la humanidad si todos nos quedamos ciegos?

Entonces se llega a un punto de la lectura, en el cual Saramago nos instiga a cerrar los ojos y ver. Y es que “Ensayo sobre la ceguera” es un libro para leerse así: cerrando los ojos tras unas cuántas páginas para poder vernos a nosotros reflejados entre los ciegos. O como lo señala el poeta y crítico Fernando Gómez Aguilera, la novela, en concreto “habría que leerla luego de ver los noticieros de la televisión”, ya que no cabe de que es una crítica directa al mundo contemporáneo. Además “es una gran metáfora visionaria sobre la irracionalidad humana contemporánea, propia de un agitador de conciencias” (El País, 2011). De igual manera hay que rescatar el carácter simbólico y filosófico de la novela de Saramago, en la cual la ceguera se somete a las múltiples interpretaciones  del lector. La conclusión final del libro nos conduce en cierta medida a un origen de la ceguera desde el punto de vista simbólico de uno de los personajes: “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven. Ciegos que, viendo, no ven”.

En tiempos de Coronavirus, la novela es una metáfora perfecta del comportamiento humano en momentos de crisis.

La novela, que salió a la venta hace más de veinte años, ha vuelto a llamar la atención de los lectores en un país en el cual se ajustan todas las metáforas con las que Saramago criticó a la sociedad. El libro ha vuelto a ser un fenómeno literario en Italia, donde se registró un aumento de 180% en las ventas. Me imagino a algún lector italiano —enclaustrado en su casa— leyendo atónito las primeras páginas del libro, descubriéndose tal vez entre uno de los tantos ciegos que hay actualmente alrededor del mundo. Una ceguera sometida a múltiples interpretaciones, pero sin olvidar que que la ficción del Nobel portugués es una extraordinaria descripción del ser humano en la actualidad. Una reflexión acerca de cómo el hombre puede dejar de ser hombre al rozar el límite entre lo que une al ser humano a su humanidad. Si bien el escritor portugués definió al libro como “la novela que plasmaba, criticaba y desenmascaraba a una sociedad podrida y cansada”, el final del libro no tiene tanto tinte pesimista, felizmente. Es más bien una introspección personal en cada lector, al igual que una profunda reflexión sobre la ética, la humanidad y el amor que tanta falta nos hacen en estos tiempos de plagas.

Edición: Paolo Pró.