Científicos peruanos como Edward Málaga y Mirko Zimic figuran en las noticias recientes por su investigación en el desarrollo de pruebas rápidas y una vacuna contra el COVID-19. Producto de estos esfuerzos, la labor científica en Perú ha cobrado un protagonismo coyuntural que contrasta fuertemente con la indiferencia habitual a la que es sometida. En la base del problema se encuentran el desconocimiento y el desinterés de la población peruana hacia temas científicos, deficiencias que demuestran el escaso esfuerzo que se le pone a la difusión de la ciencia en Perú. ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en este problema?

Hace más de 15 años que no se produce para la televisión peruana el programa “Mad Science”, la franquicia adaptada por Ricardo Morán que sacudió irreversiblemente algunos cerebros jóvenes e impresionables como el mío. Divulgando ciencia (y vendiendo toneladas de publicidad), este programa infantil fomentó la curiosidad por la ciencia de los complicados procesos que podrían pasar desapercibidos en nuestra vida cotidiana. 

A pesar de sus buenas intenciones, Mad Sience fue descontinuado y solo quedó su sombra en las animaciones de fiestas infantiles que propician el consumo de deliciosa comida chatarra a través de experimentos casi mágicos. Ricardo Morán fue premiado por su rol educativo en la televisión, y años más tarde continúa su esfuerzo educativo con “Experimentores”, aunque la neoliberal dictadura del rating en la televisión peruana pone a este y otros programas educativos en una carrera dispareja contra maquinarias comerciales con fines menos nobles.

¿Cómo olvidar la cara del coronel Sanders que acompañaba todos los escenarios de Mad Science? Créditos del pixeleado a la era sin HD.

Mad Science es un ejemplo icónico para los peruanos de mi generación (las últimas camadas de millennials, y las primeras de centennials), pero es solo un vistazo dentro del fenómeno global impulsado por la difusión lúdica de la ciencia. Un largo camino en el cual es imposible dejar de mencionar documentales ochenteros de la BBC como “Life on earth”, “Cosmos” de Carl Sagan, o el programa noventero del inmortal Bill Nye “the science guy”, todas producciones de escasa (o nula) difusión en la tv. peruana. Actualmente, la difusión científica ha cobrado protagonismo en el desarrollo de las ciencias naturales, y grandes empresas radiodifusoras dedican jugosos presupuestos a la producción de documentales de naturaleza como “Planet Earth” (2006) o “Our Planet” (2019). En Perú, tristemente, las motivaciones de los medios de comunicación dominantes no parecen alinearse con la difusión de conocimiento.

Una parte crucial de la apuesta de Mad Science — aparte de los surreales sketches que humanizan a eminencias científicas — es el “Hazlo en tu casa” que acompañaba a algunos experimentos (esa pequeña porción que no requería reactores nucleares o vidrio de uranio). Con objetos simples como papel de colores, clips, una botella, o un globo, un niño o una niña podían descubrir de primera mano que el color negro absorbe más energía luminosa que el blanco, que las botellas calientes generan succión mientras se enfrían, o que las nubes están simplemente hechas de vapor de agua. Los experimentos caseros son una herramienta muy eficaz para hacer asequible el conocimiento teórico y alimentar la curiosidad sobre el funcionamiento del mundo que nos rodea.

Uno de los experimentos que pone a más de un menor de 12 a escribir ecuaciones sobre energía: el motor eléctrico más sencillo. La energía eléctrica que fluye desde la batería a través del alambre de cobre interactúa con el campo magnético del imán en la base, creando movimiento.

La difusión de este contenido era casi exclusiva de la televisión (y tal vez algunas revistas de pasatiempos) hasta inicios del siglo, pero con la masificación del acceso a internet muchas personas pudieron saltar el gran vacío de contenido científico que dejan los medios peruanos con todas sus taras, y acceder a contenido internacional de mayor calidad. Los niños y niñas de hoy en día no necesitan levantarse temprano un sábado para sentarse frente a la televisión a esperar que un actor les explique qué aprender en su tiempo libre. Cualquiera que deambule libremente por la red puede cruzarse con alguno de los muy populares videos que explican infinidad de maravillas posibles con imanes, pilas, alambres de cobre, globos, botellas y demás artículos caseros. Con sus pros y sus contras, la fugacidad virtual permite que uno vea cómo sacar un corcho de adentro de una botella de vino y cómo replicar el funcionamiento de un motor aeronáutico en los mismos 15 minutos. 

Optimistamente, el internet tiene una gran semejanza a un manual de instrucciones infinito, ignorando, por supuesto, el problema de la credibilidad de contenidos. La abundancia de contenido falso requiere nuestra participación activa para promover el contenido de calidad, en una batalla en la que todos somos participantes. Como escribió Juan Manuel Robles recientemente en una columna dedicada al poder de adaptación de los más jóvenes en estos tiempos de cuarentena: la creatividad de quienes están dispuestos a aprender de todo por internet es esperanzadora. También vale la pena guardarle esperanzas al futuro de la ciencia y su divulgación en perú, con nuestra participación y esfuerzo para inclinar la balanza a favor de contenidos de calidad.

Edición: Diana Decurt