A la medianoche del viernes 7 de agosto, en todo el Perú, se escuchó el sonido de los fuegos artificiales detonados por los hinchas de Universitario de Deportes durante el toque de queda. Este hecho desató la indignación de la ciudadanía, ya que no era ni el momento ni la forma adecuada de celebrar el aniversario de este equipo en una coyuntura como la actual. No obstante, este no fue el último acto de esta barra.    Horas más tarde, realizaron un banderazo a las afueras del estadio nacional incumpliendo el distanciamiento social y propagando la expansión del virus. Para el Instituto Peruano del Deporte (IPD) esta fue la gota que rebalsó el vaso y determinó la momentánea suspensión de la Liga 1.

Cuenta la leyenda (se viene el humo) que, a finales de los años 80, época en la cual crecía el terrorismo y la crisis económica y, paralelamente, se fundaron las barras de Universitario de Deportes y Alianza Lima, fue cuando se agravó la situación en los estadios (Raúl Castro, 2020). Según el sociólogo Aldo Panfichi, durante ese período se fortaleció una cultura de enfrentamiento; en otras palabras, mood gallito todo el tiempo. Efectivamente, este patrón se trasladó a dichas barras, las que dotaban de poder a las personas que las integraban.

Es difícil entender cómo tantas personas pueden ir en contra de las medidas de precaución sugeridas por el Estado. Sin embargo, la economía conductual tiene una explicación para ello: el efecto manada. Este efecto se caracteriza por ser una tendencia a aceptar como correctos los razonamientos de la mayoría, sin antes analizar si estos son lógicos #Pensá. Es decir, no actuamos irracionalmente, sino que nos dejamos llevar por el hecho de que otras personas hacen algo.  Este comportamiento se presenta muy comúnmente en la vida cotidiana, por ejemplo, en el consumo, la moda o la política (¿será que este efecto puede explicar los votos por el FREPAP?).

Efecto manada
Foto:

Este efecto es fácil de encontrar en la creación de burbujas financieras. La crisis financiera del 2008 surgió de ideas como que los precios de las viviendas seguirían subiendo. Guiados por estas ideas y comportamiento de la mayoría, muchos perdieron su dinero. Algo similar sucedió con los miembros de la hinchada de la “U”, solo que ahora la idea que compartían era que, para ellos, exponerse al virus no era tan importante como celebrar. Por ello, algunos decidieron reunirse y alentar a su equipo, y muchos otros los siguieron quizá sin cuestionar estas acciones #LaUEsLaU, guiándose de lo que hacía la mayoría y generando el efecto manada.

Asimismo, dichas barras están integradas por subgrupos, los cuales cuentan con “brigadieres” y “soldados” (Panfichi, 2014). Todos ellos deben alentar cada minuto de los partidos, defender el nombre de su equipo, enfrentarse violentamente al bando contrario y, en caso sea necesario, dar la vida o quitarla por el equipo de sus amores. Recordemos, por ejemplo, el lema de Misterio, ex líder de la Trinchera Norte: “Si ven a uno de Alianza, no le peguen, mátenlo”. Sin duda, algunas de sus acciones desatan pánico en la sociedad.

Foto: Peru.as

Es común escuchar a estas barras entonar cánticos a todo pulmón con letras como “El que no salta es un …”. Estas suelen dar una idea de las características que debe tener (o no) un integrante de dicha barra. Este tipo de letras induce a una creación de endogrupos, integrado por hinchas que cumplen los mismos códigos, y exogrupos, bandos contrarios al endogrupo que son percibidos como “enemigos”. En este caso, la hinchada crema sería el endogrupo, mientras que los exogrupos serían los aliancistas o hinchas del Cristal. La existencia de estos grupos crea una necesidad de pertenencia hacia el endogrupo, lo que conduce a que se genere el efecto manada. Ello porque para los hinchas, su utilidad (o felicidad) aumenta cada vez que realizan lo que el resto del grupo hace estando todos juntos u obtiene los beneficios que implica ser parte de esta hinchada.

Debido a lo sucedido, se determinó la momentánea suspensión de la Liga 1, la cual, más allá de haber sido una sanción, pudo haber tenido un gran impacto en la economía nacional (así es amig@). Según Deloitte, este deporte tiene importancia en la economía global, ya que genera un impacto directo e indirecto en aspectos como la creación de empleo. Miles de negocios dependen de este, como la industria textil o la de entretenimiento. Esta es, precisamente, la razón por la que ha sido uno de los primeros deportes en restablecerse durante la pandemia a nivel mundial. Más aún, tratándose del Perú, país en el que el fútbol es el “deporte rey”, es fácil deducir que los resultados de esta sanción no serían muy positivos, puesto que se seguiría aplazando la recuperación y el restablecimiento de las actividades económicas.

Foto: TVP

Luego de este análisis, ha quedado demostrado que, en el Perú, el fútbol es deporte que reúne pasiones; sin embargo, este amor suele ser descontrolado y perjudica la imagen de este deporte, pues algunos hinchas utilizan el fútbol como una careta, enmascarando la violencia y dejándose guiar por el efecto manada. A pesar de ello, este deporte es muy importante para el desarrollo y recuperación de nuestra economía, por lo que suspender la liga y hasta cancelarla nunca fueron consideradas las mejores opciones.

Asimismo, es posible decir que no estábamos preparados para reanudar estas actividades deportivas, aunque muchos otros países ya lo están haciendo. Deberíamos preguntarnos, entonces, ¿qué es lo que nos falta para que en nuestro país se respeten las medidas de seguridad impuestas para el desarrollo de los partidos?

Referencias:

Panfichi, A. (2014). Sociología de la violencia en el fútbol peruano. Seminario Sul-Americano de Combate a Violencia Nos Eventos de Futebol. Ministerio do Esporte, Brasil.

Castro, R. (2020). Barras bravas: ¿Qué tan problemática resulta su existencia para el fútbol peruano?. Diario La República. Recuperado de: https://larepublica.pe/deportes/2020/08/09/barras-bravas-en-peru-el-descontrol-de-los-hinchas-de-universitario-alianza-lima-y-sporting-cristal-en-el-futbol-peruano-atmp/

Edición: Diana Decurt.