Las elecciones intensifican, para muchos, el temor al estancamiento y a que nada cambie; algo que no es para nada nuevo y, en realidad, va más allá de lo político. El terror a “lo mismo” es más frecuente de lo que reconocemos en la actualidad y el filósofo Byung-Chul propone un análisis al respecto que seguro te interesará.


Byung-Chul Han, ensayista y filosofo surcoreano.

La depresión (o trastorno depresivo) es muy conocida y tiene tanto síntomas físicos (problemas de sueño o apetito, dolores musculares) como psicológicos (apatía, falta de concentración, etc.). En los últimos años, se ha estado dando cada vez más atención a la salud mental y, justamente, también a esta enfermedad mental. Sin embargo, existe incertidumbre sobre su relevancia al pensar que “antes” no era tan discutida. Pero, más allá de la cuestión de qué tan bien reportada estaba la depresión en ese entonces, un factor crucial para el análisis es que justamente los tiempos han cambiado. Las interacciones y las dinámicas sociales actuales son muy diferentes a las de 30 o incluso 15 años atrás, por lo tanto, sus efectos en la población también son distintos.

Yo después de ver los resultados de las elecciones

Según Byung-Chul, en la sociedad actual ya no hay un “otro” como misterio o seducción, es decir, que ya no nos planteamos como antes una distancia cultural, filosófica o social respecto a otros grupos que los hagan diferentes a nosotros.  Se ha buscado dejar atrás esa diferenciación para dar paso a una positividad que incluya a todos como individuos iguales, lo que implica asumir que todas esas brechas pueden ser “superadas”. La idea de “lo distinto” es rechazada y se prefiere la aceptación. Pero ahora esa permisividad y afirmación es la que nos enferma, pues el dolor viene por la depresión que surge con ellas, ya no por la represión. Nos hemos puesto “al mismo nivel” en muchos aspectos relegando antiguas categorías (clases socioeconómicas, nacionalidades) para fomentar la participación e inclusión de todos, pero ello arrastra el dilema del “rendimiento”.

Aquel que quiera sentirse miembro de la sociedad actual donde todos buscamos “el bien común” tendrá siempre en mente los aportes de otros, así como las comparaciones e interrogantes: “¿qué me falta?; ¿por qué él y yo no?; ¿podré hacerlo igual?” La competitividad es mucho mayor pues el grupo de “iguales” ahora no conoce barreras.  Así, surgen tendencias autodestructivas ocasionadas por las fuertes exigencias internas.

Además, el afán por rendir lleva, en muchos sectores, a que la producción ya no sume, sino que reste o destruye. Termina reinando la “cantidad” en vez de la “calidad” y se disfraza por progreso. Podemos relacionar esa positividad con cómo la forma de percibir las series o películas ha cambiado y que exista una mayor aceptación del consumidor sobre lo que entra dentro de sus “gustos” mediante análisis simplificados. Las etiquetas superficiales del contenido (acción, romance, terror, etc.) bastan y las personas se definen sobre la base de ellas sin profundizar más porque eso sería separar, clasificar, “distinguir”. Ello, combinado con el potente mercado del entretenimiento y sus algoritmos, ha llevado a que caigamos en una espiral de mismidad, pese a que consumimos o hacemos mucho más que antes. Nada cambia, nada aporta, todo a nuestro alrededor es lo mismo. Por lo tanto, no surgen “verdaderas experiencias” y perdemos nuestras expectativas justamente por la desaparición de lo distinto.

En la comunicación, vemos que nuestras redes y conexiones se inclinan cada vez más por aceptar solo lo igual. Las redes sociales nos hacen autopropaganda de lo que nosotros pensamos.  Sin embargo, eso no es cercanía; al contrario, esconde una lejanía pues existe un distanciamiento que se va marcando entre varios grupos que solo se rodean de lo que conocen, mientras lo desconocido crece a su alrededor. Por eso es tan necesario lo distinto, solo con ello pueden surgir procesos reales de diferenciación y reconocimiento. Cuando se contrasta, se compara o se clasifica no tiene que haber necesariamente un juicio de valor ni de represión. Lo distinto permite conocer a niveles más profundo qué hace a algo lo que es, genera conocimiento y, por su puesto, reconoce la verdadera variedad, una que puede asustar a quienes se encuentran cómodos con la simplicidad de la mismidad.

En el cápitulo “El mismo juego” de los “Padrinos mágicos”, Timmy, el protagonista, cansado de que un dentista se burlara de sus grandes dientes pide un deseo: “que todos seamos exactamente iguales”. Todos se vuelven bultos en un mundo gris y monótono donde ni siquiera lo diferencian. Timmy se arma una gorra rosa para que lo diferencien, pero todos los demás lo empiezan a perseguir por “querer ser diferente”.

Vivir en una rutina parece tener un significado más profundo del que solemos pensar y dependerá mucho de nosotros descifrar hasta qué punto estamos atrapados en el “infierno de lo igual”. Probar cosas verdaderamente distintas o a las que no prestábamos atención (una película recomendada o un viaje) es un buen paso para empezar, pues te permitirá aprender más de lo que eres y de lo que no eres. Aunque el mundo permanezca igual, debemos seguir renovándonos.

¿Mismocracia everywhere? Disclaimer: No es apoyo a Forsyth

Edición Paolo Pró

Fuentes:

Byung-Chul Han. “La expulsión de lo distinto”, Barcelona: Herder, 2017. Capítulo 1: El terror a lo igual.