Empezamos este nuevo año con altas expectativas, con ganas de dejar el difícil 2020 atrás para aventurarnos a nuevos retos y oportunidades. Muchos con ansias de que ya acabe esta película de terror que seguimos viviendo y poder volver a la “normalidad”. Es así que el pasado 6 de enero el presidente Sagasti nos devolvió las esperanzas de que se acercaba el final al anunciar la compra de 28 millones de dosis de la vacuna china desarrollada por Sinopharm y de la desarrollada por Oxford-AstraZeneca en el Reino Unido. Pero ¿ambas funcionan igual?, ¿son igual de efectivas? y finalmente ¿son seguras?

Perú compró 28 millones de dosis de vacunas

La función de una vacuna es enseñarle a nuestro sistema inmune cómo luce un patógeno, en ese caso el coronavirus SARS-CoV-2. Para ello, se nos inyecta el virus completo inactivado o un pedazo de este para que el sistema inmunológico lo reconozca y esté preparado para atacar si es que ingresa. Sirve como un entrenamiento para nuestro cuerpo y se utilizan varias estrategias con la finalidad de producir anticuerpos, que son los encargados de combatir las infecciones. En el caso del actual virus, sabemos que está repleto de proteínas que utiliza para ingresar a las células humanas. La proteína spike, más conocida como S, es su llave, por lo que es clave poder reconocerla lo antes posible. 

Muchas vacunas utilizan diferentes mecanismos para solo mostrar ese pedazo del virus y con eso es suficiente para generar una respuesta inmune. De esa manera, los científicos de la vacuna Oxford-AstraZeneca agregaron el gen de la proteína S del coronavirus a otro virus llamado adenovirus. Los adenovirus son virus comunes que generalmente solo causan resfriados leves y son usados como vehículos en muchas vacunas. Sin embargo, esta vacuna utiliza una versión modificada de un adenovirus de chimpancé que puede ingresar a las células, pero no puede replicarse dentro de ellas, por lo que no causa el resfriado habitual.

Adenovirus dentro de nuestras células

A diferencia de otras vacunas estadounidenses como las de Pfizer y Moderna que almacenan las instrucciones para producir la proteína S en ARN, la vacuna de Oxford utiliza ADN. El ADN no es una molécula tan frágil y junto con la capa que recubre al adenovirus y protege el material genético, esta vacuna no tiene que permanecer congelada. Puede estar refrigerada entre 2–8 ° C, facilitando su logística, lo cual es clave si pensamos en las cadenas de frío necesarias para su almacenamiento y distribución.

¿Qué pasa cuando me inyectan la vacuna? Una vez dentro del cuerpo, los adenovirus ingresan a nuestras células y viajan al núcleo, el compartimento donde se almacena nuestro ADN. Así la célula puede leer el gen de la proteína S del coronavirus que vino dentro del adenovirus y comienza a sintetizarlas. Luego, las proteínas producidas se van a la superficie para que puedan ser reconocidas por el sistema inmunológico. A la par, el adenovirus también activa los sistemas de alarma y envía señales de advertencia para activar a células inmunes cercanas. Esto ocasiona que el sistema inmunológico reaccione con más fuerza.

Por otro lado, tenemos la vacuna china de Sinopharm, la cual a diferencia de la primera, utiliza el virus completo y no solo una parte. Los investigadores del Instituto de Beijing obtuvieron coronavirus de pacientes en hospitales chinos y los rociaron con una sustancia química llamada beta-propiolactona. El compuesto inactivó a los virus al unirse a sus genes, lo cual evita que puedan replicarse, pero sus proteínas, incluida la S, permanecen intactas.

Virus inactivado con beta-propiolactona

Luego, los investigadores extrajeron los virus inactivados y los mezclaron con una pequeña cantidad de adyuvante. Los adyuvantes son compuestos químicos que estimulan al sistema inmunológico para producir una respuesta rápida a la vacuna. Aunque suena peligroso, los virus inactivados son una de las estrategias más usadas en las vacunas desde hace más de un siglo. Jonas Salk los usó para crear su vacuna contra la polio en la década de 1950 y son la base de las vacunas contra otras enfermedades, como la rabia y la hepatitis A.

Ahora que sabemos cómo funcionan, una de las dudas más comunes es ¿cómo sé si son seguras y efectivas, si es que se han desarrollado tan rápido? Los investigadores responsables de ambas instituciones ya habían trabajado mucho antes de 2020 para desarrollar una vacuna que pudiera adaptarse para hacer frente a diferentes enfermedades, incluyendo otros coronavirus. Esto significaba que muchos de los componentes básicos ya estaban listos y en la pandemia no empezaron desde cero. Es verdad que estas vacunas se han desarrollado en tiempo récord, pero en ningún momento del proceso se ha comprometido la seguridad ni la eficacia para combatir la enfermedad. Ambas han pasado por todas las etapas de investigación habituales, y aunque sabemos que va a ser un reto poder vacunar a toda la población, podemos pensar que es el inicio del fin de esta pesadilla.