¡¡¡¡BEREITSCHAFTPOTENTIAL!!!!!!

Este trabalenguas (como cualquier palabra alemana) es una palabra clave para empezar a explorar el asunto del libre albedrío desde el punto de vista neurocientífico. La palabra cobra protagonismo en los famosos experimentos de un tal Benjamin Libet en la década del 70. Estos consistían en sentar a una persona en un escritorio y conectarla a un sistema de electroencefalograma (EEG), y pedirles que realizaran simples movimientos con la mano, tales como presionar un botón o flexionar los dedos, cuando el sujeto sintiese la necesidad/urgencia/deseo/voluntad consciente de hacerlo (que reflejaría observando hacia un punto láser puesto en un lugar específico del cuarto).  Toda la  actividad cerebral anterior y simultánea al movimiento quedaba registrada por el EEG.

Libet encontró que, 300 milisegundos antes del momento en el que los participantes reportaban esa primera voluntad consciente de mover el dedo, ya existía una creciente actividad cerebral. Es decir, que la actividad cerebral que desencadenaba el movimiento del dedo precedía a la propia voluntad de movimiento.

El readiness potential es el famoso Bereitschaftpotential. Actividad cerebral se registraba antes que el sujeto tuviese la voluntad consciente de presionar el botón

El readiness potential es el famoso Bereitschaftpotential. Actividad cerebral se registraba antes que el sujeto tuviese la voluntad consciente de presionar el botón

¿Qué es, entonces, lo que precedía a la voluntad? ¿Es importante nuestro poder de decisión para iniciar acciones? O mejor dicho: ¿tenemos control alguno? Este trío de preguntas ha sido transversal en el debate sobre el libre albedrío que se suscita mientras más se enriquece el campo de la neurociencia.

La posición más fría y desalmada que tu ex más materialista y reduccionista establece que toda actividad proveniente de la mente es resultado de la acción e interacción de los componentes físicos del cerebro, del arreglo de los átomos que se encuentran ahí en este preciso instante, gobernados por las leyes de la física, NADA MÁS. No hay fantasma que controle la máquina; tu conciencia y la mía no son más que consecuencias o circunstancias creadas por la actividad cerebral; no juegan parte en el control de nada.

El sueño de todo neurocientífico (¿tal vez?)

El sueño de todo neurocientífico (¿tal vez?)

Bajo la premisa anterior, los estados mentales son “simple” causa de otros anteriores y están determinados por leyes establecidas #benditatermodinámica; es decir, no hay espacio para la “situación alternativa”(¿y si hubiese decidido diferente?): vivimos en un determinismo. Este no es absoluto, claro está. La mecánica cuántica y la teoría del caos (tocada antes en Univerzoom), dan un margen de aleatoriedad e incertidumbre a cualquier sistema; sin embargo, esto no necesariamente implica la existencia de la voluntad consciente.

Bueno, como tal vez acabo de matar toda la diversión de la vida y toda posibilidad de sentirse empoderados maldita ciencia aburrida, permítanme presentarles una visión alterna, elaborada por el Dr. Kevin Mitchels del Instituto de Genética y Neurociencias del Trinity College de Dublín, que espero los pueda dejar algo más tranquilos.

Antes de explicarles puntualmente tal cuestión, me gustaría rememorar un concepto: la sinapsis. Como alguna vez nos han enseñado, esta es la manera en que las células se comunican. La liberación de compuestos químicos en el espacio interneuronal es lo que permite a una neurona llevar el impulso nervioso hacia otra, y así sucesivamente, hasta llegar al cerebro (para interpretar el entorno) o al músculo (para efectuar acciones). Con esto, en realidad, lo que se está llevando no es energía y los  compuestos químicos per se, sino información. El arreglo de neuronas por el cual fluye la información se integra en un patrón neuronal particular, lo que posibilita que, cuando saludes a alguien, le des la mano, y no le pegues, por ejemplo.

Y el proceso se repite en toda la red neural

Y el proceso se repite en toda la red neuronal

Bajo una visión reduccionista, un estado A por su composición molecular, mutaciones genéticas, energía, etc. llevará necesariamente a un estado B, debido a las leyes que gobiernan tal sistema.  Sin embargo, ¿habría otra manera de llegar al estado B? ¿Puede haber un estado diferente de A (A’) que posibilite B? En términos lógicos, podríamos decir que sí. Puedes llegar a la Universidad del Pacífico desde Surco por la ruta de Javier Prado o por la de Costa Verde, aunque igual habrá un infierno de tráfico y llegarás tarde a tu parcial.  En el terreno de las ruta neuronales, hablamos de un sistema altamente complejo, en el cual un arreglo neuronal posee varios recursos, como la longitud de sus axones, la densidad neuronal, la mielinización, neuromoduladores, etc. Estos arreglos posibilitan  respuestas coincidentes (el anhelado estado B), incluso si las propiedades de baja complejidad (ocurrencias dentro de la células: composición química y carga) son diferentes.

La neuroinhibición es una de las maneras de modular una red sináptica

La neuroinhibición es una de las maneras de modular una red sináptica

Entonces, dentro de un arreglo neuronal no solo pasa información per se, sino que dentro de esta comunicación también se encuentra un propósito. Sé que cuando menciono “propósito” puede sonar a algo místico, teológico u ocultista, pero con propósito me refiero al peso de la información sobre algo que es común a todos los seres vivos:  la evolución. Las máximas darwinianas de supervivencia y reproducción han posibilitado la reconfiguración de los pesos sinápticos en distintos circuitos. Esto quiere decir que, si el estado de B representa algo más evolutivamente favorable, los patrones de información que se procesan se analizarán con un criterio: si esto los acerca más o menos a B.

Si bien las leyes son indisociables de los componentes físicos que gobiernan el sistema, existe una salida al determinismo y reduccionismo. Las diversas presentaciones de alta complejidad en las redes nerviosas permiten la priorización de un estado basado en la información y en las implicancias de un impulso. Entonces, estamos hablando de un sistema que no solo está gobernado por sus componentes menores (down-top regulation), sino en el que puede haber lugar a una causalidad dirigida por arreglos superiores (top-down regulation, este último concepto es de otro artículo de Univerzoom).

Tal vez en 10 años, cuando el conocimiento y la ciencia se hayan enriquecido más, lo que haya explicado líneas arriba habrá sido una buena idea o la más disparatada del mundo. Si bien el libre albedrío, definido como voluntad consciente, es una idea que no sobrevive a una mirada mecanística, es posible imaginar una causa mayor todavía, dirigida por la complejidad de un sistema . La naturaleza del ser, la consciencia humana, el dualismo mente-cuerpo son ideas que hemos debatido durante más de un milenio. Sin embargo, el hecho de que la ciencia tenga como objetivo aclarar los mecanismos en los cuales se basa nuestra experiencia humana es algo que posibilita y hace más seductor el análisis de nuestra naturaleza.