Es fácil para la mayoría saber de qué se trata la Revolución francesa cuando se menciona, pero para los que no, regresen a la secundaria esta fue básicamente la revolución que inspiró los ideales de libertad e igualdad que terminaron por acabar con la mayoría de reyes de Europa… ah y… decapitaron a Louis XVI. Sin embargo, el mismo país que decapitó a su rey es un país que se dice que añora ese pasado y que llora al ver un trono vacío.

Esta última oración emanó del actual presidente de Francia, Emmanuel Macron, que se hizo conocido por no haber sido subyugado por el famoso apretón de manos de Donald Trump #ridículo. Sin embargo, la discusión es un tanto polémica, debido a que se pueden ver reflejadas sobre él ciertas actitudes dictatoriales que no han sido realmente mencionadas dada su política liberal y pro Unión Europea (claro, no hay manera de probar que esa es la razón, pero es una suposición informada).

Desde que asumió el trono la presidencia, Macron ha tomado una serie de actitudes que han estado más de acuerdo con presidentes del siglo pasado que con las de aquellos más recientes como François Hollande. Se le denominó “el ministro de todo”, dado que empezó a tener como ministros a políticos de poco peso y a que ha estado involucrado en las acciones de cada uno de estos. Esas acciones han llegado a un punto tan crítico que el Ministro del Interior, Gérard Collomb, renunció a su cargo el pasado cuatro de octubre debido a diferencias de opinión con el actual presidente.

La renuncia de Collomb plantea un problema más grande para Macron, pues fue el primer político reconocido quien le dio su apoyo. Basado en ese apoyo fue que Macron impulsó su campaña reformista que, hasta ahora, han sido sólo vacías promesas. El crecimiento económico de Francia se ha desacelerado y las reformas ecológicas del presidente han quedado estancadas. Su popularidad también está en caída, algo totalmente diferente de la situación en la que se veía hace dieciséis meses cuando fue elegido presidente.

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Fuente: El Electoral

Algunos consideran que es justamente por su visión de la presidencia: Macron trabajó un tiempo para la administración de Hollande; sin embargo, el actual presidente ha sido citado diciendo que consideraba que Hollande no terminaba de ver al sillón presidencial como lo que realmente era y que no usaba sus poderes como se habían planteadCabe hacer mención que la actual república francesa es la quinta república, aquella fundada por el general Charles de Gaulle, quien dominó la política francesa tanto a inicios de la cuarta república como de la quinta. El resultado de su envolvimiento en la construcción de esta última república explica el por qué la presidencia francesa tiene tantos poderes en comparación con otros regímenes presidencialistas, como el peruano (que no puede ser más ineficiente).

La controversia que mencioné anteriormente deriva de las conductas autoritarias del presidente. Se le ha comparado con Napoleón por su poco interés en los límites institucionales de la presidencia, pues busca inmiscuirse en temas que no le competen, lo cual fue una de las razones por las cuales abdicó su Ministro del Interior. Esta clase de actitudes son fuertemente criticadas por la comunidad internacional, como se ve en los casos de los presidentes más conservadores, como Donald Trump o Janos Ader, presidente de Hungría.

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¿Macron Bonaparte?

El caso de Macron es un poco más sutil porque su política es bastante liberal; por ejemplo, está a favor de las comunidades LGBTI o del derecho de protección de los refugiados. Si bien, claramente, su gobierno no ha sido promotor de la violencia, tampoco ha hecho un esfuerzo para detener los ataques tanto de la derecha que busca amedrentar a los refugiados, como para reforzar la seguridad para prevenir más ataques de radicales islámicos. Sin embargo, su visión política no debería justificar sus actitudes antidemocráticas. En pocas palabras, su fujimorismo pasa caleta.

Considero que es peligroso ver estas conductas en mandatarios de los países más desarrollados, dado que esto genera un reto para su sistema legislativo. Una ventaja de la historia convulsionada del Perú u otros países de América Latina es que nuestras instituciones son específicas con respecto a la actuación fuera de las facultades presidenciales, que buscan limitar los poderes para prevenir la autocracia, pero esa legislación existe justamente porque tenemos ese pasado. Sin embargo, es un peligro en países como Francia donde la presidencia tiene amplios problemas. La pregunta queda: ¿la democracia es sacrificable a cambio de una autocracia liberal?