Hace un par de años, era impensado que el Movadef tuviera un rol en un gobierno. Era inimaginable que pudiera haber un primer ministro que abiertamente expresara su simpatía por militantes senderistas o justificara la lucha armada iniciada por el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL). Menos aún contar con un ministro acusado de haber formado parte de la agrupación maoísta que tanta zozobra generó en el país. Hoy, parece que toca aceptar que han ingresado nuevos personajes a la escena política nacional, y que, al menos durante los próximos cinco años, tendrán algún tipo de papel en el gobierno de Perú Libre.

La ventana de Overton es un concepto dentro de las ciencias políticas que hace alusión al rango de opiniones o puntos de vista socialmente aceptables. Las propuestas o discursos de un político deberían estar dentro de estos márgenes. Caso contrario, podrían ser tildados como extremistas y causar temor en la población.

El rango de actitudes respecto a una idea, incluidas en el modelo de la ventana de Overton. Fuente: Model Thinkers.

Sin embargo, existen ciertos personajes que pueden mover o abrir esta ventana, de modo que ideas otrora consideradas radicales puedan formar parte de la maraña de puntos de vista “tolerables” dentro de la opinión pública. El discurso xenófobo de Trump, por ejemplo, dio el impulso necesario para que grupos supremacistas blancos o de extrema derecha empezaran a alzar su voz, lo cual conllevó a tragedias como la ocurrida en Charlottesville en el 2017.

El premier Bellido es un político sumamente hábil, lo cual se manifiesta en fuertes gestos simbólicos como dar en quechua parte de su discurso frente al Congreso. Sin embargo, su admiración hacia Edith Lagos o su justificación de la guerra popular no fue algo que dio a conocer intencionalmente, sino que fue sacado a la luz por medios que (más allá de sus motivaciones) indagaron en sus redes sociales.

Para bien o para mal, tanto estos hechos como la presencia del Movadef en las cercanías del Gobierno (como se evidencia en la inscripción del Fenate Perú) han abierto una vez más el debate respecto a la Guerra Interna ocurrida entre 1980 y 2000. Sin embargo, esta vez la discusión adquiere un nuevo matiz, y un nuevo discurso empieza a abrirse paso.

Desde la publicación del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en el 2003, dos puntos de vista han ocupado el 99% de los reflectores en la opinión pública yen la prensa nacional. Uno de ellos, más cercano al progresismo (o la “caviarada”, como le llamaría el sector cavernario de nuestra derecha local), es el que defiende el trabajo de la Comisión, y condena tanto el terrorismo cometido por Sendero Luminoso como el que vino desde el Estado y las Fuerzas Armadas (FFAA). El otro es el más ligado a la derecha conservadora, que admira el trabajo de las FFAA y Fujimori y suele negar, justificar o minimizar los crímenes cometidos durante la lucha contrasubversiva.

La CVR se ha mantenido como el discurso oficial respecto al Conflicto Armado Interno (CAI). Pero existen no una, sino dos posiciones alternativas. Fuente: Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (IDEHPUCP).

Entonces, tenemos dos discursos hegemónicos: el de la CVR condenando toda acción terrorista y el conservador/defensor de las FFAA. Sin embargo, estas últimas semanas han dejado en evidencia la existencia de un tercer punto de vista que, si bien no siempre justifica los actos terroristas de Sendero Luminoso, sí tiene una percepción más empática con quienes se unieron a las filas del PCP-SL. Los camaradas que, en palabras del señor Bellido, “tomaron un camino equivocado”. Tenemos el caso de Edith Lagos y Jovaldo, por ejemplo, dos personajes que, guste o no, en su momento despertaron algunas simpatías e incluso fueron romantizados.

La violencia política en el Perú es un tema demasiado complejo y con múltiples aristas y matices. La construcción de la memoria en sí es un proceso que varía en cada persona, según su edad, origen socioeconómico, lugar de nacimiento o círculo social. Sin embargo, esto nunca debería dar pie a justificar la violencia o actos terroristas. Ante esto, cabe también reflexionar sobre la vigencia del delito de Apología al Terrorismo.

El entierro de Edith Lagos en Ayacucho. Se estima que asistieron alrededor de 10 mil personas. Fuente: Instituto de Estudios Peruanos (IEP).

21 años después de terminado el conflicto, ¿ha servido para limitar ideas extremistas? ¿Cómo definir bien qué constituye apología y qué no? ¿Se debe incluir al terrorismo de Estado también? La sola existencia del Movadef es un dolor de cabeza. ¿Qué condiciones deberían cumplir para que se les permita participar en política? ¿Bastaría con repudiar la lucha armada y el Pensamiento Gonzalo? Todas estas preguntas son sumamente incómodas, pero vale la pena plantearlas.

Se trata de, ante las circunstancias extraordinarias que vivimos, buscar el por qué. El por qué existen personas que hasta el día de hoy pasan por agua tibia los crímenes de lesa humanidad cometidos por el PCP-SL y las FFAA. Entender que de “los crímenes de la guerra antisubversiva se justifican” a “el levantamiento armado se justifica” no hay realmente tanta diferencia. Estos dos discursos existen desde hace tiempo, simplemente que en el gran escenario nacional urbano solo uno de ellos tuvo cabida. Quienes compartimos la visión “progre” de la CVR debemos entender que la memoria histórica es un  proceso de construcción continua. Guste o no, toca debatir con los extremos. Si la ventana de Overton se abrió, que no sea en vano.

Y que el terror nunca se repita.

Actualización: Horas después de finalizada la revisión de este artículo, el país amaneció con la noticia del fallecimiento de Abimael Guzmán, líder terrorista y principal responsable de la muerte de decenas de miles de peruanos durante el Conflicto Armado Interno. Esperemos que su deceso traiga la oportunidad de cerrar heridas en pos de una auténtica reconciliación nacional, con justicia y sin impunidad, y siempre en democracia.