En el 2007, el Washington Post realizó un experimento para saber si las personas eran capaces de detectar la belleza en un momento inoportuno y en un escenario banal. Para ello, contactaron a Joshua Bell, uno de los violinistas más virtuosos del mundo, para que tocara de incógnito en una estación de metro durante una hora pico. ¿El resultado? De 1096 personas, solo 26 se detuvieron por unos momentos y le donaron dinero. #Visteado

Este ejemplo omite una arista muy importante: no analiza el contexto del por qué ocurre esto (apuro por el trabajo, la familiaridad con la música clásica, la percepción respecto a músicos callejeros, etc.). No obstante, esto no quita la influencia de la modernidad en la creación de lo que el antropólogo francés Marc Augé denomina los “no-lugares.

Un día te miran miles en un teatro y otras solo una persona en una estación (Fuente: The Washington Post)

ATERRIZANDO LOS CONCEPTOS

Para conceptualizar un no-lugar, primero hay que saber qué define a un lugar. Augé señala que “Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar”.

En ese sentido, el sociólogo Zygmunt Bauman también define el no lugar como “aquel espacio despojado de las expresiones simbólicas de la identidad, las relaciones y la historia”. Ejemplos de esta incluyen: aeropuertos, cuartos de hotel, autopistas, centros comerciales, transporte público y todo aquel espacio que en síntesis solo cumple una función de fondo y ya. Esto no indica que sean innecesarias, solo que no tienen un significado más allá de la mera necesidad funcional (comprar, abordar el transporte, etc.).

Augé pensaba que la sobremodernidad en la que vivimos es productora de los no-lugares y que estos, a su vez, crean usuarios y mantienen con ellos relaciones frías, distantes, monótonas, que invitan al silencio y la repetición. ¿Pero cómo llegó a ser esto así? ¿Qué características de la sobremodernidad influyeron en esta producción de no-lugares?

EXCESOS DE LA SOBREMODERNIDAD

La sobremodernidad, un concepto también acuñado por Augé, se refiere a la aceleración de todos los factores constitutivos de la modernidad. Ocurre que algunos factores están cayendo en “excesos” o “transformaciones”. Augé señala tres factores que inciden justamente en la creación de no-lugares:

La aceleración del tiempo y de la historia: existe una multiplicación de acontecimientos generalmente no previstos ni por los economistas, historiadores y sociólogos. Una superabundancia de acontecimientos que, con los medios de comunicación globales, están al alcance de todos y nos dificultan el otorgar un sentido al pasado reciente. Esto genera que no haya suficiente “tiempo” para la reflexión.

“En la intimidad de nuestras viviendas, imágenes de todas clases pueden darnos una visión instantánea y a veces simultánea de un acontecimiento que está produciéndose en el otro extremo del planeta” (Fuente: Daniel LEAL / AFP)

La expansión del espacio: este “exceso” se expresa en los cambios en escala, en la multiplicación de las referencias imaginadas y en la espectacular aceleración de los medios de transporte. Esto conduce concretamente a modificaciones físicas considerables: concentraciones urbanas, traslados de poblaciones y multiplicación de lo que llamaríamos los no lugares.

La figura del ego: el individuo construye su propio mundo. Cree interpretar para y por sí mismo las informaciones que se le entregan, individualizando las referencias que lo forman y creando así diversas singularidades en las maneras de pensar, hacer grupos y más.

De esta manera podría entenderse el no-lugar como un espacio de ensimismamiento o soledad: “En el diálogo silencioso que mantiene con el paisaje-texto que se dirige a él como a los demás, el único rostro que se dibuja, la única voz que toma cuerpo, son los suyos: rostro y voz de una soledad tanto más desconcertante en la medida en que evoca a millones de otros”.

“El vidrio del tren deja de ser ventana y se convierte en espejo de quien mira” (Fuente: Freepik)

NUEVOS SIGNIFICADOS PARA EL NO-LUGAR

El tiempo pasa y nuevos horizontes se abren para los no-lugares. En ese sentido, surge una pregunta interesante: ¿Los no-lugares pueden llegar a ser lugares?

Por ejemplo, un hotel es un no-lugar ya que una persona no acostumbra a darle un valor simbólico o especial a ese espacio. Un hotel de una cadena sigue siendo un no-lugar. En cambio, si un viajero siempre recurre a la misma cadena de hoteles, hasta el punto de conocer su diseño y función, haya o no estado en ese espacio en concreto al que ahora se dirige… ¿para él no será un lugar, propio, con forma y sentido?

Además, si para un boomer un centro comercial puede ser un no-lugar; esto es diferente para un nativo digital. Para los millennials y centennials, los centros comerciales no son “no-lugares” sino espacios de socialización. En este caso, no son clientes, sino ciudadanos que han dotado al espacio de significado y se lo han hecho propio.

Entonces, un espacio puede ser un lugar o un no-lugar dependiendo de la persona y el contexto. Si bien los excesos de la sobremodernidad influyen no nos definen a todos… ¿o sí? ¿Tú en qué bando estás?

Edición: Cristobal Contreras

BIBLIOGRAFÍA

Augé, M. (2020). Los no lugares. Editorial Gedisa.

Bauman, Z. (2015). Modernidad líquida. Fondo de cultura económica.