La reciente invasión de Rusia a Ucrania ha dejado en nuestras mentes una fuerte impresión: la posibilidad de una guerra en pleno siglo veintiuno. Justo cuando soñábamos que la paz esta vez sería permanente. Los conflictos armados siempre se acompañan de incertidumbre en sus nudos y desenlaces. Golpean otros aspectos del país y no solo su delimitación geográfica. Afecta las relaciones internacionales, el comercio exterior, las decisiones de inversión, entre otros. Y lo más importante, afecta el bienestar de las personas.

El conflicto entre Rusia y Ucrania nos proporciona un escenario en el que podemos analizar el comportamiento de la población y la migración del capital humano (de ahora en adelante, fuga de talentos). Aunque la migración sea forzada o voluntaria (en ambos países), consideraremos que en ambos casos se producen fugas de talento. Incluyamos algunos conceptos de economía que nos permitan describir el fenómeno y entender que los verdaderos costos incluyen elementos más allá de lo tangible.

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En línea a ellos, familiaricémonos con nuestros principales ingredientes: el capital humano y la fuga de talentos. El capital humano comprende atributos personales como la educación, las habilidades, la experiencia, incluso características que consideramos innatas y difíciles de explicar como el talento, entre otros (Goldin, 2016). El capital humano es lo que tienen en común un médico experimentado que diagnostica acertadamente y un innovador científico que desarrolla mejores tecnologías. ¿Por qué debería importarnos? Porque los individuos de abundante capital humano son actores valiosos para sus comunidades.

Por ejemplo, imaginemos que el científico del que hablamos crea una semilla que hace a los cultivos más resistentes a temperaturas extremas. Su obra permitiría que la agricultura fuera viable donde antes hubiese sido imposible. Pero, ¿qué sucede cuando, por ejemplo, nuestro científico vive en un país en conflicto que no tiene estabilidad para el futuro de su proyecto? O peor, ¿qué sucede si nuestro científico ni siquiera se encuentra físicamente seguro en su país de residencia? Al igual que en muchos otros casos, decidirá desplazarse a un lugar que le brinde más garantías tanto a su trabajo como a su vida.

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La migración de individuos con abundante capital humano se conoce como fuga de talentos. Este problema es una preocupación particular de países en vías de desarrollo porque justamente la oferta de trabajo calificado es escasa. Tal es el caso de Ucrania, que con 45% de la población debajo de la línea de pobreza y un PBI per cápita de US$ 3,724 , cifra del Banco Mundial en 2020, es el país más pobre de Europa.

Entonces, ¿Qué dimensión tiene este problema? En el caso de Ucrania, al 12 de marzo de este año, se preveía que el número de refugiados alcanzaría 4 millones (léase la cifra nuevamente). Por el lado de Rusia, enfrenta una situación similar que se ha etiquetado como una “estampida” o “quizás el problema más grande para su economía”. Se estima que alrededor de 200,000 rusos han dejado su país desde el inicio de la guerra. Inclusive podríamos conjeturar que este número habría sido mayor si no se hubiesen impuesto restricciones como la prohibición de aerolíneas rusas en el espacio aéreo de la Unión Europea. Hasta el año 2013, el corredor migratorio desde Rusia hacia Ucrania era el segundo más concurrido del mundo y solamente era superado por el corredor de México hacia Estados Unidos (Ratha et. al, 2016). Ahora bien, podemos añadir un detalle en referencia a las consecuencias para las personas: los acontecimientos se dieron de manera rápida e inesperada. Puede que el país de destino de los migrantes tenga mejores perspectivas laborales. Sin embargo, los desplazados enfrentarán dificultades para insertarse en el mercado laboral y quizás deba aceptar un empleo que no se ajuste con sus preferencias o expectativas.

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En un extremo, se encuentra la explotación laboral ligada fuertemente con la migración (Gallagher, 2015). En esta situación, el trabajador no recibe un pago justo y/o debe trabajar más horas de las socialmente (e incluso, legalmente) aceptadas. Imaginemos que nuestro científico es obligado a trabajar horas extra con un sueldo menor porque aún no es un residente legal del país al que ha migrado.

En el otro extremo se halla el subempleo, una condición en la que se infrautilizan las competencias del trabajador. El empleador solo puede ofrecer una vacante a tiempo parcial y que quizás no aprovecha la formación del trabajador (sobrecalificación). Ahora, imaginemos que nuestro científico migra a un nuevo país, no puede conseguir un trabajo como científico, así que acepta un puesto como guardia de seguridad. En lugar de conducir una investigación, se ubica en un puesto que no aprovecha sus habilidades al máximo y la sociedad padece esta ineficiencia.

Aunque el problema se agrava con la guerra, los conflictos entre países no son la única causa de la fuga de talentos. La corrupción y el amiguismo político deterioran los incentivos para la competencia y convierten el éxito en una cuestión de favores. Las oportunidades se perciben como desiguales y desincentivan la participación ciudadana. Es por ello, que considerar otros costos enfatiza la situación vulnerable en la que se encuentran las personas y los países en conflicto. Además, subraya otro lado crudo de la guerra: las partes involucradas, ganen o no, siempre sufren pérdidas. Después de todo, ¿quién desea formar parte de un país corrupto o un país que busca guerras?

Edición: Anel Ochoa

Referencias

Gallagher, A. T. (2015). “Exploitation in migration: Unacceptable but inevitable” Journal of international Affairs, 68(2), 55. https://www.proquest.com/docview/1679734066?pq-origsite=gscholar&fromopenview=true

Goldin, C. D. (2016). Human capital. https://scholar.harvard.edu/files/goldin/files/goldin_humancapital.pdf

Ratha, D., Dervisevic, E., & Plaza, S. (2016). Migration and remittances Factbook 2016. World Bank Publications. https://openknowledge.worldbank.org/bitstream/handle/10986/23743/9781464803192.pdf