Los orígenes de las relaciones humanas son muy diversos, así como sus interpretaciones durante la historia. No son solo lazos formales para lograr un objetivo, ni mucho menos existen solo por supervivencia. En este último año, reconocemos más que nunca el disfrute o la satisfacción que nos pueden ofrecer. Durante este San Valentín, el amor y las parejas se robarán el protagonismo de los medios. Vale la pena recordar que este tipo de relación es más complicada de lo que solemos pensar, especialmente cuando corren un gran riesgo.

San Valentín en China en 2020 (Foto: Reuters)

No somos frías maquinas que se relacionan “lógicamente”; los humanos tenemos valoraciones y necesidades muy subjetivas que guían nuestras acciones. Precisamente, las necesidades axiológicas son aquellas relacionadas al cómo valoramos nuestro entorno o nuestra persona (Quintana & Valbuena, 2015). Sentimos, en mayor o menor medida, que debemos buscar algo que nos complete, aunque no sepamos con precisión qué. Podemos mencionar necesidades como la de subsistencia, protección, participación, ocio, identidad y, por su puesto, afecto. Aspectos que nos dan confianza, seguridad, autoestima; es decir, nos hacen sentir valorados. Cada sociedad ha desarrollado medios o recursos “satisfactores” para estas, por ejemplo, las distintas relaciones humanas. Y así como evoluciona la sociedad, las relaciones lo han hecho.

Las relaciones amorosas destacan como uno de esos grandes satisfactores que pueden ofrecer a ambas partes ese afecto, protección y demás que estaban buscando (incluso sin saberlo). ¿El detalle? Que esta valoración o beneficio depende mucho de cómo se termine desarrollando la relación. Las experiencias, los detalles, la comunicación, la constancia y demás factores participan en esta compleja dinámica. Las relaciones no terminan siempre en un ganar-ganar, la expectativa misma puede resultar dañina (lee aquí cómo). No basta con “tener” una relación, es importante sentir que esta realmente aporta algo a nosotros o, de lo contrario, habrá insatisfacción. Sin embargo, ello no implica que la pareja tenga la culpa (o la mayoría), puede ser que las condiciones estén en contra. Así que vale la pena ver si realmente todo “está bien”.

Es aquí donde debemos recordar que, debido al distanciamiento general, los entornos virtuales han pasado de ser una “extensión” de cómo nos relacionamos, a ser el medio dominante para la mayoría. El ritmo acelerado y la masividad del internet afectan poderosamente cómo valoramos a las personas, sus intenciones y sus esfuerzos desde dentro o fuera de una relación. Pero también habrá significado varias posibilidades para otros. La extensión de las interacciones virtuales lleva a reevaluar para muchos su relevancia frente a los entornos presenciales, como en Filipinas, donde se está planteando legalizar los “matrimonios virtuales”. Entonces existen herramientas suficientes para que las conexiones no se rompan, ¿verdad?

Lamentablemente no es lo mismo, y cada caso es un mundo. Algunos lograron adaptarse, otros juran que todo volverá a la normalidad y otros no pueden con ello. La pandemia ya ronda el año y, pese a los esfuerzos virtuales, el aspecto presencial es para muchos (subjetivamente) clave al percibir eso que deseaban de la relación (protección o identidad, por ejemplo). Las necesidades persisten, se evalúan las opciones y surgen dudas: “¿vale la pena seguir?, ¿hice algo mal?, ¿qué sigue?” Surge una especie de desconexión interna. En el extremo, una persistente insatisfacción de estas necesidades puede llevar a cambios o complicaciones sobre cómo se manejaban estas relaciones (ansiedad, inseguridad, dependencia, etc.). Asimismo la persona indicada puede hacer un gran cambio; una mala temporada puede complicar todo.

En la película futurista Her (2013), el protagonista, melancólico por su matrimonio fallido, se “enamora” de una sofisticada inteligencia artificial. Se conocen, se comprenden y su relación crece a costa de desconectarse del mundo exterior.

Puede que las relaciones hayan cambiado, pero nuestras necesidades siguen existiendo. Menospreciar o dar por perdida a alguna de ellas podría ser un movimiento apresurado, pero comprensible; pues toda relación requiere cierto esfuerzo y no todos estábamos igual preparados. ¿Conclusión? Nuestras relaciones son más importantes de lo que a veces queremos aceptar. La carrera sigue, pero falta mucho menos. Los ansiados reencuentros llegarán fuera de la pantalla.

Editado por Paolo Pró

Fuentes:

Quintana, M. F., & Valbuena, W. (2015). Cibercomunicación: ¿necesidad o satisfactor? Análisis de Facebook desde las necesidades axiológicas. Civilizar Ciencias De La Comunicación, 1(1). Recuperado a partir de : https://revistas.usergioarboleda.edu.co/index.php/Civilizarcomunicacion/article/view/170