Recientemente, la empresa multinacional Unilever anunció que su filial en Nueva Zelanda iba experimentar con una semana laboral de solo cuatro días. Esto no implicará de ninguna manera recortes salariales y se espera que el programa pueda prolongarse por un año. ¿Podemos esperar que una medida similar se adopte en otras partes del mundo? ¿Esto podría significar un cambio paulatino de lo que conocemos como “jornada laboral”?

Es obvio que la vida de todos ha cambiado en los últimos meses por la pandemia del COVID-19. Desde la implementación de la cuarentena, y la adopción de medidas para el distanciamiento social, como el teletrabajo y las clases en línea, es notoria la forma en cómo nos hemos tenido que adaptar (así no queramos) a la nueva normalidad. Este cambio ha dado pie a darnos cuenta casi a la fuerza qué tan capaces somos de poder adaptarnos a las nuevas circunstancias y cuáles son los recursos con los que contamos o no para afrontar nuestra nueva realidad.

Sin embargo, debido a todos estos recientes cambios que estamos experimentando, se ha comenzado a cuestionar muchos preconceptos que hasta hace poco se consideraban inmutables. Uno de ellos es la duración de la jornada laboral.

 A nivel mundial, la jornada laboral está establecida en un promedio de 8 horas diarias y en aproximadamente de 35 a 48 horas semanales, aun así, en muchos casos esta no se cumple (sino pregúntale a tu amigo practicante #loquecallanlospracticantes #loquecallamoslosesperancitos).

Recordemos que la jornada laboral de 8 horas, tal cual la conocemos hoy en día, no siempre fue así. Es a partir de las protestas que se realizaron por parte de los trabajadores en Chicago, en mayo de 1886, que se consideró reducir la jornada laboral. En ese entonces era de 14 horas diarias y sin ningún día de descanso; sin embargo, tras las protestas, se redujo a 8 horas (otra evidencia más de los cambios positivos que pueden lograr las protestas). Eventualmente, este horario fue extendiéndose al resto del mundo, considerándose ya una regla en la actualidad.  

No obstante, este horario se ha visto afectado por la pandemia, pues en muchos casos el teletrabajo ha implicado trabajar más horas debido al aumento de la carga de trabajo para los empleados y a la dificultad de desconectarse.  Diversos estudios señalan que muchos trabajadores consideran que están trabajando más que cuando se encontraban en la oficina e incluso en diversos países se ha tratado de regular el derecho a la desconexión digital.

Es en este contexto que una empresa multinacional como Unilever anuncia que reducirá su jornada laboral a 4 días a la semana, es decir a solo 32 horas semanales, para su filial de Nueva Zelanda. Aunque esta idea, que puede sonar extraña para otras latitudes, no partió de la empresa en sí, sino de una propuesta del Gobierno de Nueva Zelanda para reactivar la economía. Pero, cabe preguntarse, ¿es esto viable?, y más importante, ¿es posible replicarlo en el resto del mundo?

Antes de que decidas enviar tu CV a Unilever y que quieras comprar tu pasaje con destino a Nueva Zelanda es importante revisar algunas experiencias de empresas y gobiernos que previamente ya han adoptado esta medida en periodos definidos.

Empresas como Microsoft en Japón, o incluso el gobierno local de la ciudad española de Valencia han destacado que la reducción en la jornada laboral aumentó la productividad de los trabajadores. No obstante, en cuanto a su viabilidad, se encuentran opiniones divididas. Según BBC News, se han realizado diversos experimentos y se observó un aumento en los costos de contratación para poder cumplir con la atención ofrecida a los clientes y en muchos casos se tuvo que volver al horario anterior. Esto con mayor incidencia en las empresas que trabajan por turnos.

Foto: La Información.

Aunque también existen casos de éxito, como la cadena de comida rápida estadounidense Shake Shack, que redujo las horas semanales a 32 horas, mantuvo el salario de sus empleados, y había extendido esta práctica a comienzos de este año a un tercio de sus locales (antes de la pandemia).

En algo que coinciden los investigadores laborales es que la pandemia ha obligado a las empresas a adaptarse rápidamente a nuevas condiciones de trabajo que incluyen esquemas más flexibles, con opciones de teletrabajo. Y esa apertura a sistemas más flexibles, junto a los cambios tecnológicos, podrían darles un giro a los sistemas laborales tal y como los hemos conocido hasta ahora. Quizá un cambio en la estructura del trabajo como lo hemos conocido hasta la fecha no se encuentre tan lejano, aunque en nuestra región aún queda un largo camino que recorrer para cerrar las brechas de infraestructura y tecnología que aún nos quedan pendientes.

Edición: Diana Decurt.