En la antigua Grecia y Roma, la deidad de la justicia se ilustraba con una mujer sosteniendo una balanza. Sin embargo, históricamente las mujeres en la carrera de Derecho nos hemos visto subrepresentadas. Existe una clara brecha de género que, según World Economic Forum[1], puede definirse como la “diferencia entre mujeres y hombres que se refleja en los logros o actitudes sociales, políticos, intelectuales, culturales o económicos”. En este artículo entenderemos que las mujeres en la vida presentamos un “techo de cristal”, bajo el cual tenemos las mismas capacidades que los hombres, pero el reconocimiento de logros y las actitudes positivas hacia estos son comparativamente escasos.

¿Por qué sucede esto?

La clave está en los estereotipos de género interiorizados y parte del imaginario de la comunidad. A lo largo y ancho del ejercicio de la profesión de Derecho, encontramos diversos estereotipos hacia la heterogeneidad de las mujeres: que la maternidad provoca que las mujeres sean ineficientes y no puedan centrarse en su trabajo, que la mujer no tiene la suficiente autoridad para ocupar cargos directivos, que la mujer es demasiado sentimental como para la toma de decisiones, entre otros. En suma, se cree que la mujer es culturalmente o biológicamente incapaz de asumir puestos de trabajo y de liderazgo de la misma manera satisfactoria que un hombre.

Dichos estereotipos de género “adquieren fuerza en función de la cantidad de personas que los comparten, convirtiéndose en ideas difícilmente refutables y que solo pueden ser corregidos o desmontados con herramientas como la educación”. Recordemos que incluso puede haber estereotipos “neutros” o “positivos” en el ámbito laboral. Un ejemplo es el sesgo según el cual se percibe a la mujer como más empática y orientada a áreas como Recursos Humanos. No obstante, el impacto negativo sigue existiendo puesto que se reducen las opciones de desarrollo personal y profesional para la mujer fuera de esos encasillamientos. A continuación, explicaremos dos efectos de ello.

Efecto mariposa 1: Menos associates mujeres

Una clara consecuencia se manifiesta en la compleja realidad de Lima, donde alrededor del 80% de los socios de los estudios de abogados más importantes de Lima son hombres; mientras que, aproximadamente solo un 20% son mujeres[2]. Lo que es peor, no se encuentra a casi ninguna mujer como managing partner, es decir, socia principal. Paralelamente, en las facultades de Derecho de Perú cada vez son más las mujeres que estudian dicha carrera, siendo porcentualmente poco más que los varones en las aulas. Pero, el problema no radica en la cantidad de mujeres profesionales, sino en el nivel de contratación y la oferta de salarios hacia ellas, lo cual las desmotiva y rezaga del sector privado. Tales menores salarios y menor tendencia a la contratación de mujeres se fundan en la premisa de que el Derecho es una carrera típicamente masculina.

SOCIAS EN FIRMAS LEGALES DE LA REGIÓNPORCENTAJE
República Dominicana43%
Gautemala36%
Nicaragua35%
Panamá33%
Brasil30%
Venezuela26%
El Salvador25%
Bolivia23%
Colombia23%
Honduras17%
Argentina16%
Perú16%
Ecuador15%
Uruguay14%
Paraguay14%
Costa Rica13%
México10%
Chile9%
Promedio21%
Gráfico elaborado por Siembra, publicado por IUS 360 el 6 de noviembre de 2017

Fuente: Diario El País sobre la base de Latin Lawyer[4]

Esta situación peruana no es un hecho aislado: de hecho, en el resto de la región latinoamericana las mujeres siguen constituyendo un ínfimo 21% de trabajadoras en el ámbito privado. Incluso en países más desarrollados a nivel social como lo es Estados Unidos, un estudio elaborado por la American Bar Association – Commission on Women in the Profession evidenció que las mujeres profesionales legales del sector privado representaban menos de la mitad del mercado laboral en dicho país[3]. La situación se agravó aún más en el 2016 en nuestro país cuando las mujeres representaron solo un 16% de la cantidad de socios totales en los estudios de abogados, 5 puntos porcentuales menos que el promedio regional. ¿La consecuencia? En el 2017, el reconocido ranking Chamber’s and Partners arrojó números tremendamente desfavorables para las mujeres en las principales categorías de reconocimiento individual.

Efecto mariposa 2: ¿Dónde están las profesoras de Derecho?

La segunda consecuencia podemos encontrarla en el sector académico, donde las profesoras de Derecho son comparativamente menores en cantidad y en reconocimiento social que los varones. Hablando con compañeras de mi facultad de Derecho PUCP, nos enteramos de nuestras similares experiencias: en nuestros primeros ciclos – donde se llevan cursos obligatorios y primordiales para el resto de la carrera y, por ende, te marcan – apenas y habíamos tenido unas cuantas profesoras mujeres. Ya en los cursos electivos, la situación se aclaraba un poco, pero seguía siendo decepcionante. La situación no es diametralmente distinta en las demás facultades de Derecho del país. Esto tiene que ver nuevamente con ideas enraizadas en el seno de nuestra sociedad patriarcal tales como el que una mujer no puede ser igual de vista como autoridad que un varón en las aulas o que no cuentan con el mismo nivel de inteligencia.

La menor presencia de profesoras afecta tanto a las abogadas que desean enseñar como a las mismas alumnas que buscan un role model. Respecto a las primeras, el hecho de que las contraten y valoren menos impacta directamente en el derecho a su desarrollo a la libre personalidad, puesto que deberían tener la misma oportunidad de poder llenarse a través de la enseñanza en vez de sentirse ensombrecidas a nivel económico y social. También, ha sido estudiado que los grupos sociales en estado de vulnerabilidad, como lo son las mujeres, se cohíben menos en presentar demandas y reclamar derechos cuando se manifiestan de manera colectiva. Por ende, a más mujeres profesoras podría haber mayor posibilidad de un cambio social en la academia. Sobre las alumnas, también ha sido objeto de estudios que el no tener un modelo a seguir impacta severamente en tu autoestima y tu autopercepción de qué tan lejos puedes llegar. En consecuencia, se produce otra brecha de género bajo la cual los estudiantes varones sienten mayor confianza en participar activamente en clase, en ser delegados, en sobresalir y en dedicarse futuramente a la enseñanza.

Algunas reflexiones, nunca a modo de cierre

La carrera de Derecho y su ejercicio son un pilar fundamental de la sociedad. Tradicionalmente ha sido asociada a la materialización de justicia y de orden. Sin embargo, en la actualidad democrática adquiere otros significados como conciliación y debate. Siendo tan primordial, ¿por qué entonces a las mujeres se les sigue negando el correcto y pleno desarrollo en esta? Podemos aseverar que “no es justo”. Cabe la necesidad de dirigir esfuerzos socioeducativos y políticas públicas hacia la disminución de la brecha salarial, hacia la mayor valorización de mujeres por su mera condición de humanas, y hacia una real meritocracia donde perviva la igualdad de oportunidades entre mujer y varón. Solo así en un futuro preferiblemente no tan lejano, podremos tener más estudios de abogados plasmados con los apellidos de mujeres y a más eminencias mujeres a nivel del Derecho académico.

Bibliografía

[1] https://www.weforum.org/es/agenda/2017/11/cual-es-la-brecha-de-genero-en-2017-y-por-que-se-esta-ampliando/

[2] https://ius360.com/columnas/marliana-armengol/el-desafio-de-la-brecha-de-genero-en-las-firmas-de-abogados-marliana-armengol/

[3] https://ius360.com/columnas/una-pequena-muestra-de-la-brecha-de-genero-en-el-ejercicio-de-la-carrera-de-derecho-retos-para-las-futuras-abogadas/#_ftn4

[4] http://www.elpais.com.uy/el-empresario/preocupa-escasez-mujeres-mando-estudios-abogados.html

https://laley.pe/art/8679/las-mujeres-y-el-ma