Las noticias malas van, vienen y algunas se resisten a irse. Otras, en esencia, son tan repetitivas que ya no sorprenden o conmueven. Las discutimos en su momento y no las volvemos a tocar hasta que sucedan de nuevo. Sin embargo, cuando este año comenzó, una gran tragedia aconteció, la cual considero no debería pasar tan desapercibida como las demás.

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No ha pasado mucho tiempo desde aquel espeluznante y complicado caso ocurrido en la región San Martín. El peor desenlace que uno podría imaginar para una familia sucedió el 2 de enero, exactamente hace dos semanas. Un padre que luego de asesinar a su hijo y herir gravemente a la madre decide quitarse la vida antes de que caiga sobre él todo el peso de la ley o todo su cargo de conciencia, antes de esto, incluso, a sus oraciones se encomienda.

Una primera versión indicaba que luego de que el hijo confesase que era homosexual, el padre decidió acabar con la vida que él trajo a este mundo, hiriendo en el acto a la madre. Una segunda versión menciona que fue el hijo quien amenazó de muerte a su padre, mientras este discutía con la mujer sobre un juicio de alimentos. Sobre este farragoso caso, lo único cierto es que ambas versiones reúnen varios de los problemas que nuestra sociedad padece actualmente; pues solo basta con observar las etiquetas que fueron señaladas en los principales medios informativos: homofobia, homicidio, suicidio, intento de feminicidio, filicidio, juicio de alimentos, amenaza, posesión ilegal de armas, entre otras. Rótulos tan frecuentes como lamentables, pero que aun así nos conturbaron al inicio de este 2019.

El motivo de este artículo no es discutir la veracidad de las versiones. Ambas fatales, aunque algunas personas prefieran una más que otra. Su verdadero propósito es analizar por qué la reacción de la ciudadanía ante esta noticia es tan lamentable e impredecible. Si te enteraste de la noticia en una red social, imagino que algunos comentarios te causaron tanta indignación como lo complejo que es este caso. ¿Quién podría imaginarse que haya personas que se alegren, feliciten o incluso crean comprender que un padre mate a su hijo por su orientación sexual? ¿Es realmente para estas personas, muchas de ellas declaradas seguidores de los valores cristianos, justificable una tragedia como tal? Sin duda, un debate constructivo con alguno de ellos podría ser de nunca acabar y presumiblemente improductivo e innecesario, ante tantas contradicciones dogmáticas o respuestas sin fundamentos.

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Impensable, lamentable y decepcionante.

En fin, creo que resulta interesante entender el pensamiento de tal sector de la sociedad. Una de las primeras explicaciones que podríamos imaginar es que la educación de gran parte de la ciudadanía no es la adecuada. Sin embargo, es evidente que existen personas con un gran número de años de educación que piensan de la misma forma. Es así como la raíz del problema resulta ser más de formación que de solo educación, una formación que debería ser de fuertes valores cívicos sin el temor de contrastar con ideales religiosos. Una formación que seguramente mantendría mínimos los niveles de homofobia, acoso, discriminación, así como los crímenes a los que ya tanto estamos acostumbrados. Por otro lado, sabemos que la reforma educativa debe ser liderada por el Estado. Sin embargo, parece también que su éxito dependerá de un debate, como el mencionado anteriormente, pero ahora sería en un Congreso con cuestionados parlamentarios.

Hay veces en las que yendo más a fondo se puede ver todo más claro. Veámoslo de este modo. El ser humano trasciende a su orientación sexual, así lo hacen también sus derechos y deberes cívicos. Suena así de simple, su práctica no lo es. Más que tolerar se trata de respetar. Si existiese algo con lo cual una persona apreciada por ti se identificase y fuese discriminada por ello, tú la defenderías. Lo mismo es con lo anterior. Es así de simple, pues lo humano trasciende aspectos.

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Aunque sé que este artículo puede tener puntos encontrados y que es posible que solo compartas mi opinión hasta cierto punto, creo poder decir que valoras tanto la dignidad como yo, y que coincides en que ser humano no requiere tolerancia, solo respeto.

Hasta que en la avenida Abancay se pongan de acuerdo, parece que todo seguirá igual. Otra tragedia tendrá que venir para que luego de la sensibilización momentánea se pase a la espera del siguiente caso. Sin embargo, si no cambian 130, que todos los demás lo hagan. Es verdad, que eso suceda en todos los peruanos puede sonar muy difícil y hasta desalentador, pero que lo hagamos tú y yo, no tanto, ¿verdad? Bueno, tu respuesta es un gran presagio. Puedes comezar compartiendo estas frases con algunos de tus amigos. Lo humano no distingue rasgos, y todos somos seres humanos. Es así de simple.