CNM, Poder Judicial, chuponeo, diez “verdecitos”, fuerza n°1 y señora K han sido de las palabras más resaltantes en el escándalo del podrido Poder Judicial y el Consejo Nacional de la Aceitada Magistratura a raíz de los audios revelados por IDL-Reporteros. Evidentemente, este evento vuelve a sacar a colación temas como la reforma del PJ, la intromisión del fujimorismo en otros poderes y, sobre todo, aquella histórica asociación a la corrupción que es característica de las instituciones del poder en el Perú desde inicios (o incluso antes) de la época republicana. La gente vuelve a salir a las calles indignada por esa clase política que, si bien cambia de rostros cada cierto tiempo, mantiene una única máxima: el beneficio personal.

#VerguenzaNacional

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No obstante, al estudiar a la corrupción en un sentido más amplio, resulta evidente que esta trasciende la política. Y no, no me refiero solo a la coima que le das al policía para que no te multe o a plagiar en un examen. Disciplinas como las ciencias naturales, que son vistas (casi) siempre como investigaciones objetivas que nos acercan a la verdad de los fenómenos del universo (y de nosotros), no están exentas de este mal. Factores como la visibilidad de las investigaciones, su aceptación por la comunidad científica y la confianza de la población en la ciencia son factores que se conjugan para que la corrupción “científica” ocurra. Sé que puede sonar como una “mala propaganda” al espíritu de esta área de redacción en Voz Actual, pero me gustaría aprovechar la coyuntura nacional para generar una suerte de “autocrítica” en la labor científica.

Si, literal, es algo así.

Si, literal, es algo así.

El factor de impacto de una revista está dado en función de cuántas veces ha sido referenciada en otras publicaciones. En 2015, un artículo de Trends in Ecology denunció que al menos cuatro grandes revistas realizaban una práctica muy preocupante. Antes de aceptar un artículo para su publicación final, los editores pedían a los autores que citaran, de manera adicional, artículos publicados anteriormente por la revista en cuestión. ¿Será posible que investigaciones sobresalientes se queden sin la oportunidad de ser publicadas por el hecho que sus autores hicieran caso omiso de tal “petición”?

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En relación a esto último, en varias columnas de opinión se expresa discrepancia con el hecho de juzgar la calidad de un artículo o de toda una línea de investigación por la revista en que se publican. Estoy seguro de que, si bien las revistas prestigiosas usualmente pueden publicar artículos extraordinarios, ello no impide que otras revistas publiquen artículos igual de sobresalientes. “La ciencia no se comunica como revistas de moda; debería ser completamente diferente”, argumentan. Sin embargo, resulta peligroso considerar al “peer-review” como un verdugo “demorón”. Esto se debe a la existencia de ciertas revistas “depredadoras” de acceso abierto las cuales te prometen rápida aceptación por una suma de dinero, lo que se traduce en una menor rigurosidad (o ausencia total) en la revisión. Usualmente sus presas son jóvenes con grandes aspiraciones en la comunidad científica, entusiasmados con aportar. Estas acciones pueden desencadenar que una persona deje la obligación ética de someter su investigación a un control riguroso e intelectualmente exigente.

“Este dato extremo arruina todo mi análisis estadístico” y “Cómo me gustaría borrar este dato” son frases comunes al momento de trabajar con bases de datos en una investigación. El maquillaje (alteración) de datos (o imágenes, videos, etc.) con el objetivo de forzar conclusiones es un fenómeno con varios ejemplos en la historia. Se han reportado casos en los que, posteriormente al descubrimiento de estas malas prácticas, los autores se han retractado. En el caso más extremo, esto ha llevado al suicidio de algún miembro del equipo de investigación. Esto resulta grave, ya que, en la comunidad científica, la confianza de que otro grupo investigativo haya sido honesto con sus resultados resulta fundamental para fortalecer una línea de investigación.

Siempre habrán soplones

Siempre habrán soplones

“Una compañía de gaseosas financia una investigación nutricional, un conglomerado petrolero financia una investigación de impactos en el cambio climático, una tabacalera está detrás de un proyecto acerca de cáncer de pulmón”. ¿Ustedes confiarían en las conclusiones de estas investigaciones? Estos ejemplo sirven para explicitar que la ciencia no solo puede ser corrompida dentro del entorno de la propia comunidad: también existen fuerzas externas que debilitan la rigurosidad y veracidad con la que se manejan los proyectos. “Conflicto de intereses” es la palabra clave a manejar en situaciones así, donde la credibilidad científica se poner en riesgo.  La historia revela que grandes empresas (y campañas políticas también), han financiado de manera “discreta” a muchas investigaciones. La presión corporativa puede ser tan grande que muchas veces toma el rol de decisor acerca de la forma de redacción y lugar de publicación de un artículo por sobre la voluntad de los investigadores a los que financian.

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Mantener a la ciencia como una fuerza siempre positiva en la sociedad es imprescindible al aspirar al progreso. Los grandes cambios en el mundo a partir de la ciencia se dan en medida que las empresas y el público general esté dispuesta a financiar los proyectos emprendidos por distintos equipos, lo que es posible únicamente a través de una correcta práctica científica. Ejemplos comunes sobre cómo se maneja esto en las universidades con carreras de ciencias son los cursos de ética en investigación y los comités de ética que están constantemente permitiendo o prohibiendo que ciertas investigaciones se lleven a cabo. Sé que el panorama que he dado en estos párrafos resulta algo pesimista, al dibujar una imagen acongojante del científico sometido a presiones extremas en su labor profesional. Sin embargo, si queremos un cambio hay que iniciar siempre con el reconocimiento y diagnóstico de los errores que cometen personas e instituciones relacionadas al área.

Resulta sencillísimo echarle basura al político o al juez, que bien merecido lo tienen. Sin embargo, encontrar símiles entre la política cleptocrática y tu lugar de trabajo o la disciplina que ejerces, es algo que muchas veces demandas herir el orgullo. La ciencia y la política, dos de las áreas de mayor impacto en la historia de la humanidad, están infectadas, en mayor o menor medida, con la misma enfermedad: la corrupción.