No quisiera creer que la frase tan simplona de “sálvese quien pueda” sea la política de gobierno sobre la pandemia a partir de ahora. Sin embargo, las esperanzas tan titánicas que han sido puestas en el primer semestre del próximo año son preocupantes. Independientemente de que el país esté negociando con algunos de los institutos más prestigiosos del mundo para acceder a las vacunas, ¿qué significa el extremo cuidado que estamos teniendo a futuro? Si bien este fin de semana se ha visto la reducción de las muertes por exceso, la situación no es igual en todas las regiones. ¿Estamos considerando aceptable la cantidad de muertos que todavía pueden haber? ¿Solo aguantaremos?

Antes de empezar a hacer elucubraciones sobre las intenciones del gobierno, ¿es posible tener una estrategia factible para el presente? La primera idea que tenemos que tener en cuenta es el tamaño del país. La punta de Tumbes hasta Tacna, siguiendo su curso natural, es casi la misma que entre Londres y la isla de Sicilia, la distancia geográfica en el Perú explica porque la pandemia se comporta de distintas maneras: la progresión de la pandemia ya no es la misma en Loreto que en Ayacucho y, por tanto, obligaría a que las estrategias no deben ser las mismas. Esto va más allá de la idea de poner cuarentenas focalizadas (que en la praxis son los toques de quedas y los domingos como días de paro “total”) o de distribuir con base a urgencia los recursos médicos escasos (oxígeno, ventiladores, medicinas, etc.), sino que podemos establecer diferentes estrategias de vigilancia epidemiológica para cada región.

El investigador Gabriel Carrasco y su equipo nos muestran en este gráfico como en Lima ni siquiera podemos hablar de una sola realidad en este espacio geográfico (https://twitter.com/Gabc91/status/1295064489394466816)

Estoy seguro de que ustedes ya han escuchado de sobra el término TTI: test, trace and isolate. El acto de hacerles pruebas a una persona, recolectar información de los contactos en sus últimos días y aislarla a ella y a estos contactos por el tiempo que convenga. Han pasado 5 meses y no se ha visto ni resquicio de que esta estrategia sea puesta en práctica. Si bien es una estrategia que permite tener mejores datos, mejor vigilancia y prevención, su implementación es todo un desafío. Varios tomarían como ejemplo Lima y podrían señalar que al ser una ciudad con tanta movilización (la mayoría no trabaja en el distrito que vive) es imposible que tal estrategia pueda tener buenos resultados. Una vez más, la pandemia en Lima no es la misma que en otras ciudades. ¿Las ciudades intermedias como Jaén, Bagua o Jauja tendrían que resignarse a no implementar esta estrategia?

No quiero hacer alusión a que esta es la madre de las soluciones, pero sí es una en la que vale invertir y superar obstáculos. Ya vimos en Iquitos cuál es el costo de no invertir ni en vigilancia y prevención epidemiológica, un costo inmoral por donde se le mire.

Sin embargo, uno de los obstáculos más importantes para realizar los cercos epidemiológicos en cada ciudad donde se pueda hacer TTI es la capacidad tecnológica del país. La ventana para que las pruebas rápidas sirvan para contención ya pasó, la bomba de tiempo ya explotó, la única manera de siquiera tener datos fiables ante cualquier aumento de casos reside en las pruebas moleculares. Para estas últimas se requieren termocicladores (las máquinas capaces de hacer la amplificación del ADN viral para detección trabajan a varias temperaturas) y una capacitación fina para las personas encargadas de correr la prueba. Si esto en Lima puede demorar varios días siquiera, ¿cómo democratizamos en el Perú la prueba molecular?

Esta última década ha visto la aparición de pruebas de diagnósticos isotérmicas que, al solo necesitar una sola temperatura para amplificar el ADN patógeno y detectarlo, no se necesita tecnología ni capacitación prolongada en la técnica. Avances han sido hechos para enfermedades como la malaria o tuberculosis. No obstante, en zonas remotas, es imposible diagnosticar tuberculosis a menos que el enfermo se movilice varios días u horas para dar su esputo que luego será llevado a una capital regional para el diagnóstico. 

El nombre de Edward Málaga debe de parecerles familiar en estos días. Su iniciativa de buscar hacer una prueba en 40 minutos que detecta el ADN viral, usando solo una lámina de flujo lateral (como la de la prueba de embarazo). Su equipo ha adaptado tecnología CRISPR-Cas (edición genética) usada por otro grupo de investigación en San Francisco y que ha dado buenos resultados. 

El Dr. Edward Málaga y su equipo muestran su prototipo de prueba molecular para detectar el virus de la COVID-19, que arroja resultados en 40 minutos , véase la diferencia en las bandas de la izquiera y la derecha (https://twitter.com/EdMalagaTrillo/status/1273878492174745601)

Esta y otras iniciativas financiadas por CONCYTEC y entidades privadas dan prioridad a algo que el gobierno puede haber perdido: la vigilancia de la enfermedad. Cabe preguntarse, si la ciencia está trabajando a una velocidad de emergencia, los procesos institucionales en su regulación y aprobación ¿lo están haciendo también? Al menos en el Perú no. La propia ministra de salud mencionaba en su etapa como jefe del “Comando COVID – 19” que el diseño propio del sistema de trámites y procesos del Estado peruano dificultaba la actuación rápida. Somos incapaces de trabajar a velocidad COVID. Sin embargo, al menos con la prueba, el trabajo a realizar tiene instituciones bien definidas que regulan y aprueban sus procesos: el DIGEMID y el INS.

Recuerdo bien las declaraciones de esta semana del cardenal Barreto y de la Defensoría del Pueblo que se relacionaban a usar el tejido social existente para entregar asistencias alimentarias o reportar las necesidades de su población, algo que no se termina de implementar del todo. ¿Existirá algún tejido científico – tecnológico que no estamos explotando? Aun por pequeño que fuera, vale la pena explotarlo en lo que resta del año, incluso cuando la vacuna se haya llegado a usar en el tejido general – que es la sociedad civil en colaboración con el Estado -, con el fin de que no solo nos resignemos a ver desde las tribunas cómo este país “aguanta” simplemente.

Es la hora de ver a la ciencia (natural o social, básica o aplicada) como una herramienta para poder resolver varios de los problemas que tenemos como país. Que las personas puedan acceder y participar de estudios e iniciativas científicas es una de las maneras más importantes de alcanzar mejores cosas . #SinCienciaNohayFuturo

Edició: Diana Decurt