«Las tiendas son para que uno las goce. La experiencia es agradable. Bueno, más que agradable. ¡Es bellísima! (…). Sentir esa emoción cuando entregas tu tarjeta y es aprobada y todo te pertenece ahora (…). Y lo único que tienes que hacer es entregar una tarjetita. ¿No es el mejor sentimiento del mundo?», dice Rebecca Bloomwood en una escena de la película Loca por las compras (2009). Si te sientes identificado con el sentimiento, si sientes tu corazón palpitar y que tienes ganas de ir a una tienda, probablemente —aunque te cueste admitirlo— también te excedes con los gastos de tus tarjetas de crédito, ¿no es así? Sigue leyendo y descubre, a la luz de esta cinta protagonizada por Isla Fisher, los peligros potenciales a los que está sujeto todo aquel con una tarjeta de crédito y que tiene debilidad por comprar.

Qué es una tarjeta de crédito

Una tarjeta de crédito, de acuerdo con la RAE (2001), es una «tarjeta magnética emitida por bancos, grandes almacenes y otras entidades, que permite a su titular el pago sin dinero en efectivo o el acceso al cajero automático». Hasta ahí, todo parece sencillo; pero cuando se nos empieza a hablar de que cada banco o entidad ofrece diferentes tipos de tarjetas, con distintos límites de crédito, tasas de interés, cuotas, beneficios, etc., todo se empieza a complicar.

Quizás en este punto estés pensando en dejar de leer. ¡Descuida! En este artículo no utilizaremos demasiadas nociones económicas. De hecho, es lo que intentaremos evitar, tomando en cuenta la enseñanza de una escena de la cinta en la que Luke, el editor de una revista financiera y jefe de Rebecca, la instruye respecto a cómo escribir sobre el mundo económico: «las grandes firmas prosperan con la falta de comprensión de la gente». Entonces, señala a una mujer en la calle, a quien llama «Macy», y continúa explicando: «¿Ella (Macy) qué sabe, qué es lo que ella conoce sobre lo que ellos están haciendo? Lo que le dicen. Y si la revista que ella lee para entender no hace las preguntas correctas, ya no le sirve a Macy. Y quiero que tú lo digas de modo que Macy lo entienda».

Muchas veces, ese es el problema al cual no son ajenos los bancos. Sus ganancias estarán en que la gente no comprenda más que lo que ellos dicen o cómo lo adornan (beneficios, puntos, categorías, etc.). Sin embargo, en la letra pequeña de los contratos o en lo que los asesores explican tan rápido y con términos complejos, que a uno le da vergüenza preguntar, es precisamente en donde están las cosas que nos harían pensar dos veces si adquirir una tarjeta o no. No en vano el adagio previene que «el diablo está en los detalles».

Una situación no idéntica, pero que puede servir de ejemplo, es lo que ocurre con la tía May en Spider-Man 2, cuando se ilusiona con recibir un tostador de regalo en el banco, pero, entonces, le dicen que este obsequio es únicamente para los clientes que realicen un depósito de 300 dólares o más (una de las escenas más tristes para todo fan de Marvel).

Escena de Spider-Man 2 (2004) en la que la tía May, interpretada por la actriz Rosemary Harris, realiza una transacción bancaria con la que tiene la ilusión de recibir un tostador de regalo. Fuente: Columbia Pictures, Marvel Enterprises & Laura Ziskin Productions

Es importante decir que hay excepciones. Hay banqueros que pueden dedicarse al mundo financiero por vocación y tener un genuino deseo de ayudar a otros a dar sus primeros pasos en la vida adulta y cumplir sus sueños (un primer auto, la primera casa, un préstamo para estudiar una maestría, etc.).

Lamentablemente, también hay quienes no son motivados por intenciones tan puras y que van a querer que las personas adquieran más tarjetas, contraigan más deudas y se extiendan más en sus plazos de pago, lo que representará mayores ingresos para el banco. Si una persona no puede pagar y queda en bancarrota, el mismo banco que le tendió la mano en un inicio y le prometió poner el mundo al alcance de sus manos, no tendrá reparos en embargar sus bienes y dejarla sin vivienda. «Dijeron que para ellos era importante. Ahora hasta pienso que me odian», dice Rebecca en un momento de la película, lo que aplica muy bien a este tipo de situaciones.

El peligro de las tarjetas de crédito

Entonces, vamos a lo que nos compete: ¿cuáles son los peligros de las tarjetas de crédito? Al adquirir una, muchas veces, probablemente por no contar con formación en temas financieros ­­­—algo que, de acuerdo con Robert Kiyosaki, debería incorporarse en el sistema educativo—, nos vamos a detener en los beneficios que esta nos promete.

Por ejemplo, en la web de uno de los bancos peruanos más conocidos se ofrece una tarjeta con la que cada mes, sin importar lo que gastes (dentro de tu límite de crédito), pagarás la misma cuota. Por ejemplo, si tu límite de crédito mensual es de S/. 1000 y un mes gastaste S/. 900, pero tu cuota fija, también conocida como «pago mínimo», es de S/. 150, solamente este último monto se te cobrará mensualmente. Además, te premian con puntos del banco por determinados consumos. En apariencia, es maravilloso, ¿verdad? Puedes gastar mucho en un determinado momento, y luego ir devolviéndolo al banco en cómodas cuotas mensuales.

Pero… ¿y los intereses? ¿No irán, acaso, aumentando cada mes que demores en pagar tu deuda de S/. 900? ¿Y no se sumará, además, al monto que debes al banco lo que gastes durante los siguientes meses, además de sus correspondientes intereses? Muchos no piensan en esto al momento de adquirir una tarjeta de crédito. Rebecca toca este punto en la cinta a través de una metáfora: «Una tarjeta departamental es como un abrigo de cachemir rebajado a la mitad. La primera vez que lo ves promete ser tu mejor amigo, hasta que te acercas y te das cuenta de que no es de cachemir. Debiste leer la letra pequeña. Revisar detenidamente qué estás adquiriendo».

Pongámoslo de otra forma. Normalmente se critica la procrastinación (dejar las cosas para después); pero, ¿dejar tus pagos para después no es procrastinar? Obviamente, hay excepciones en que puedes pedir préstamos, como hemos mencionado anteriormente (la adquisición de un auto o vivienda, o para estudiar); sin embargo, son casos puntuales. Además, varios estudios sostienen que las personas gastan más cuando compran al crédito. En algunos casos, el doble de si compraran con efectivo.

Ilustración de tarjetas de crédito
Fuente: Freepik

Opciones distintas a una tarjeta de crédito

¿Qué hacer, entonces? Lo más recomendable es no adquirir tarjetas de crédito. Pero, ¿cómo realizo mis pagos si no quiero usar efectivo? Las tarjetas de débito son una excelente opción. Con una tarjeta de crédito, el banco te presta el dinero para comprar. Con una de débito, compras con el dinero que ya tienes en tu cuenta. De ese modo, te aseguraras de gastar únicamente dinero que te pertenece —¡pero hazlo con responsabilidad! (Descubre aquí cómo crear estrategias que puedan ayudarte a manejar tus finanzas)

Asimismo, puedes solicitar préstamos a amigos o familiares. Si tienes dificultades para pagar, es más fácil que ellos te den más tiempo u opciones a que las que te dará una entidad financiera.

Y, en caso de que sí o sí quieras continuar usando una tarjeta de crédito, trata de pagar el total de tu consumo a tiempo cada mes. De ese modo, no se generarán moras ni intereses sobre ese consumo (adicional a algún interés que tu tarjeta ya incluya de por sí, lo que deberás revisar al momento de contratarla).

Rebecca al final de la cinta, tras cancelar sus deudas y renunciar a las tarjetas de crédito.
Fuente: Touchstone Pictures & Jerry Bruckheimer, Inc.

Edición: Isabella Solimano

Bibliografía