Hoy ha juramentado el nuevo ministro de cultura. O quizás ayer. No lo sé. Leí un titular en el periódico. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer. Y es que el día de la juramentación de Alejandro Neyra pierde relevancia cuando su sector ha recibido un golpe casi de muerte.

Parafrasear a Albert Camus le da una pizca de cultura para aguantar un repaso del caso Richard Cisneros –Richard Swing para los contratos– y su impacto sobre el sector Cultura. Revisemos los hechos y los retos que se le vienen a Neyra. En un ámbito público donde se dice que impera el paradigma de la gestión por resultados –te asigno presupuesto si alcanzas tus metas–, han prevalecido las influencias y los contactos.

Primero, ¿quién es Richard Swing? Para los conocedores, es un don nadie en el ámbito cultural. Como diría Jaime Bedoya, “Su obra es inclasificable, en el sentido de que es difícil imaginar a alguien tomarse la molestia de clasificarla”.

Su mejor perfil

Segundo, ¿cuál ha sido su mayor mérito? Las relaciones sociales: busca estar ubicado en el lugar correcto para ganarse la confianza de grandes personajes. Solo así se entiende que sus servicios al Ministerio de Cultura hayan sobrevivido a seis gestiones.

El selfie para la posteridad

Tercero, ¿qué ha causado tanta indignación? Que este señor, sin aparente certificación, se haya metido al bolsillo S/ 175,000 por “charlas”. Los últimos S/ 30,000 del monto final fueron en plena emergencia sanitaria, y por una charla motivacional que “canalizará a quienes la disfruten de una experiencia de cambio de vida”. El Ministerio debió ser menos egoísta y reemplazar el “Contigo Perú” de las 8pm por esta charla con mucho swing.

¡Qué no podría hacer con S/ 175,000!” pega el grito al cielo Águeda Noriega, historietista, ilustradora y gestora cultural. Los números no mienten: en palabras de otros gestores culturales, se podrían haber realizado 5 obras de teatro, organizado 10 laboratorios de aprendizaje, publicado 50 libros, y construido 4 bibliotecas para 2,000 niños. Es imposible no evocar a Cesar Vallejo: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”. Y es que, para muchos, el caso Swing confirma el verdadero valor que el Estado le da a la cultura: ninguno.

¿Cómo deja esto al Ministerio de Cultura? Antes ya estaba en el sótano de prioridades del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) para asignarle recursos, por su incapacidad de realizar una buena gestión. Prueba de ello es que tuvieron que pasar más de 60 días de Emergencia Sanitaria para que publicara el Decreto de Urgencia Nº 058-2020, que aprueba un presupuesto de S/ 50 millones para otorgar apoyo económico a personas naturales y jurídicas que realizan actividades culturales.

Ahora ha caído más abajo–si eso era posible. Y es entendible: el MEF incurriría en mala praxis si asigna presupuesto sabiendo de antemano que se gastará muy mal. Dado que anda tan suelto de lengua –vean la edición del domingo de Panorama–, el señor Swing bien podría leer a Ian McEwan en “El jardín de Cemento” y confesar parafraseándolo: “yo no maté al sector cultural, pero a veces me he sentido como si hubiera contribuido a ello”.

Alejandro Neyra asume su segunda oportunidad en la cartera dentro de un contexto de desprestigio total y en la cola de prioridades. Pareciera tener los galones para reflotar un ministerio que, irónicamente, se ha quedado sin swing. En lo educativo, es bachiller en literatura y derecho, y máster en relaciones exteriores; en lo profesional, jefe de la Biblioteca Nacional y jefe de Despacho Ministerial del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Tiene en frente no solo el reto urgente del manejo de las comunidades nativas en plena emergencia sanitaria, pero también la de reposicionar su sector en el ámbito público y privado. Si quiere captar recursos para fortalecerse, no basta con el típico mensaje. A los ojos del MEF y del paradigma de gestión por resultados se requieren cifras, datos y hechos; y Cultura perfectamente los puede construir. Es cuestión de sistematizar la información sobre los creativos (artistas, gestores culturales, entre otros), identificar las cadenas de valor que se desarrollan a partir de sus actividades y cómo se pueden vincular con otros sectores. El impacto sobre el PBI no sería nada despreciable.

Retomemos a Vallejo para cerrar: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”. Bienvenido señor Neyra, y buena suerte.

Editado por Daniela Cáceres