En tiempos de cuarentena existe una necesidad urgente de refugiarse en el cine y las series para matar el tiempo. Entre las varias producciones que puedes ver mientras estás en tu casa, recomiendo Chernóbil – miniserie de HBO. Se estrenó el año pasado, pero hoy en día cobra mucha más relevancia ya que los eventos de Chernóbil podrían compararse mucho con lo que vivimos actualmente con el COVID-19. Desde la angustia de los bomberos y oficiales que no saben a qué se enfrentan hasta un gobierno que no tiene muy claro como atacar el problema.

La serie narra los sucesos de la caótica explosión de la planta nuclear de Chernóbil en 1986. El personaje principal es Valery Legásov, director del instituto Kurchátov, un centro especializado en el estudio de energía nuclear. Valery es un científico a quien se le asigna la labor de monitorear el accidente junto a Boris Scherbina, vicepresidente del consejo de ministros de la USSR. Por un lado, tenemos a un científico quien sabe los verdaderos daños de la explosión y el inmenso esfuerzo que tomará resolverlos, mientras que por el otro lado tenemos a un político que sabe cómo funciona el aparato estatal. Ambos personajes se complementan mutuamente dándole dinamismo al desarrollo de su relación.

Juntos se embarcan en la búsqueda de la verdadera causa de la explosión, lamentablemente se ven dificultados por la robusta burocracia soviética. Ese es el tema principal de Chernóbil, sobre cómo la USSR manipuló la verdad sobre lo que realmente pasó. En una escena, a la mitad de la serie, Valery y Scherbina solicitan al gobierno un robot que les permita sacar los pedazos de grafito dentro de los escombros de la explosión. El gobierno les concede el deseo, pero el problema aparece cuando el robot se malogra después de un par de minutos al no aguantar la radiación de la planta nuclear. Valery y Scherbina reclaman al gobierno el cual les responde que no era necesario un mejor robot, pues una catástrofe de esa envergadura no era concebible bajo el régimen de la USSR. El gobierno soviético nunca tomó responsabilidad por lo sucedido y tampoco se tomó la molestia de difundir la verdad a los medios locales ni internacionales. Varias veces vemos a Valery y Scherbina descubriendo datos que los llevan a la verdadera causa de la tragedia, sin embargo, sus hallazgos siempre son obviados por el grueso poder del estado soviético. Por ello, mensaje principal de Chernóbil es que la verdad es inalcanzable.

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A la derecha Valery Legásov, y a la izquierda Boris Scherbina

Otro tema interesante que plantea la serie es cómo la población de menores recursos es la que más sufre en este tipo de situaciones. La mejor escena que ejemplifica esto es cuando el ministro de energía y minas llega a una mina remota a solicitarle a los obreros ir a una misión en Chernóbil; una misión que solo el ministro sabe que es suicida. Esta escena hace un excelente uso de la imagen. Cuando el ministro termina de hacerle el pedido a los mineros, estos se acercan sin temor a él y lo palmean en su traje pulido, llenándolo de polvo de carbón. Recién cuando el ministro tiene todo el traje sucio es que un trabajador le dice que ahora realmente parece el ministro de energía y minas. Así, en un simple montaje, la serie planteó la disyuntiva entre el proletariado y un gobierno que supuestamente les pertenecía a los trabajadores.

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Si bien los eventos de Chernóbil ocurrieron hace más de 30 años, nuestro contexto actual tiene ciertas similitudes. En ambos casos la humanidad se enfrenta a un enemigo invisible, en Chernóbil la radiación y actualmente el Covid-19. Además, en ambas situaciones, el Estado es el encargado de tomar las medidas de contención. Por eso, ver Chernóbil ahora es muy enriquecedor ya que nos recuerda que debemos ser escépticos ante la verdad. Esto no significa buscar conspiraciones, sino ejercitar nuestra capacidad de cuestionar a los medios y al poder.

Edición: Kelly Pérez V.