“Me quedo trabajando hasta las diez en la oficina.”
“Yo hasta las doce.”

Parece una competencia.

No es noticia que el estrés sea el villano de la modernidad ni que afecte al 80% de peruanos. La adicción al trabajo afecta a largo plazo la salud física y se correlaciona con varios desórdenes psiquiátricos como el TDAH, TOC, depresión y ansiedad, y, sin embargo, nos orgullecemos de cuán duro trabajamos.

En una encuesta reciente llevada a cabo entre mujeres trabajadoras, unos investigadores alemanes incluso cuantificaron el “día perfecto”:
106 minutos para relaciones íntimas
82 minutos para relaciones sociales
78 minutos para relajarse
75 minutos para comer
36 minutos para trabajar

Entonces, ¿cómo llegamos a este punto? Si todos queremos más tiempo libre, ¿por qué nos enorgullecemos de nuestras horas laborales? ¿Por qué el ocio está mal visto?

El filósofo Bertrand Russell, en su ensayo Elogio de la ociosidad, cuenta que a principios del siglo XX en Inglaterra, la jornada laboral era de quince horas bajo la justificación de que “el ocio es la madre de todos los vicios” y “el trabajo aleja a los adultos de la bebida” (Russell, 1935). Por siglos, las clases altas sembraron en la clase trabajadora esta visión del trabajo y, un siglo más tarde, sigue arraigada la idea de que nuestra dignidad reside en la cantidad de horas que trabajamos. Irónicamente, al explotar a la clase trabajadora con un discurso sobre el trabajo, la clase alta tuvo una inmensa cantidad de tiempo libre. Con este, desarrollaron las artes, ciencia, filosofía, etc. Los atenienses, por ejemplo, pudieron contribuir tanto al desarrollo de la civilización porque tenían esclavos que trabajen por ellos. Según Russell, sin tiempo libre, la humanidad nunca hubiese salido de la barbarie. “El tiempo libre es esencial para la civilización, y, en épocas pasadas, solo el trabajo de los oprimidos hacía posible el tiempo libre de la clase alta. Pero el trabajo era valioso, no porque el trabajo en sí fuera bueno, sino porque el ocio es bueno.” (Russell, 1935).

Ahora bien, le he dado demasiado crédito y elogio a las clases altas del pasado. La mayoría, según Russel, estaba compuesta por “hidalgos rurales que jamás pensaron en nada más inteligente que la caza del zorro y el castigo de los cazadores furtivos”, es decir, por flojos improductivos. Entonces, ¿qué tipo de ocio queremos hoy en día? Es fácil predicar por más horas de tiempo libre, pero saber qué hacer con este es una incógnita igualmente importante.

Pasamos tanto tiempo trabajando o estudiando que es común escuchar a personas decir que no saben qué hacer en su tiempo libre cuando lo tienen. En otros casos, estamos tan cansados por el trabajo que solo nos distraemos pasivamente frente a pantallas. En países con exceso de trabajo como Japón, Turquía y Estados Unidos, la gente ve una cantidad exorbitante de televisión—hasta cinco horas al día en Estados Unidos. No hay duda de que lo único que este ocio nos aporta es descanso de la actividad laboral o estudiantil.

Entonces, para que nuestro ocio sea activo, necesitamos de dos elementos: más tiempo libre (para no estar cansados y buscar solo pasividad) y tener alguna afición. Por lo tanto, Russell propone una reforma educativa en la que se despierten aficiones para que la gente sepa usar su tiempo libre inteligentemente.

Sin duda, con más horas libres, no todos se la pasarán frente a pantallas. ¿Cuántos artistas frustrados ejercen derecho o finanzas? ¿Cuántos filósofos frustrados ejercen Ingeniería? Que el filósofo se dedique a la Ingeniería cuatro horas al día, se gane la vida, y que luego tenga la energía y tiempo para filosofar. Incluso puede ayudar a uno a perseverar en su misma materia, ya que los profesores o los médicos pueden tener más tiempo para actualizarse sobre avances en sus áreas de trabajo. Además, no solo tendríamos beneficios en cuanto al arte, las ciencias, o humanidades. Según Russell, una de las mejores consecuencias del mayor tiempo libre es el buen carácter—fruto de la tranquilidad y la seguridad, no de una vida de estrés (si no, pregúntense qué tan buen carácter tienen cuando están apurados y atascados en el tráfico).

“Sobre todo, habrá felicidad y alegría de vivir, en lugar de nervios gastados, cansancio y dispepsia.” –Bertrand Russell

Las clases altas ya no desarrollarán las artes o humanidades sobre los hombros de la clase trabajadora. En el siglo XXI, somos mucho más ricos que antes. Desde el comienzo de la civilización, los campesinos trabajaban por lo mínimo necesario para sobrevivir, y el excedente se lo entregaban a sacerdotes o militares. Ahora tenemos más dinero y lo gastamos constantemente en cosas que no necesitamos. Preguntémonos entonces, ¿para qué trabajar tanto si a fin de cuentas no es imprescindible un excedente tan alto? Es por esto que el filósofo John Stuart Mill planteaba que el mejor uso del aumento de la riqueza y de la tecnología era incrementar nuestro tiempo libre y tener así más espacio para el cultivo del intelecto y para el progreso moral y social. En cambio, muchos vemos solo el tiempo libre como consumo: ir al cine, irse de viaje, etc., que no está mal, pero ¿de verdad queremos pasar así nuestras horas libres?

¿Qué hacer?
Según el filósofo Byung-Chul Han, ya no tenemos una autoridad o clase alta como en la antigüedad explotándonos, sino que nosotros mismos lo hacemos: escogemos estudiar y trabajar a la vez. Nadie nos obliga hacerlo. Nadie nos obliga a elegir ese trabajo en esa compañía cuyos empleados se quedan hasta horas am. Así, nuestro trabajo nos define. Dejemos de ver la vida laboral como una competencia y las horas en la oficina como un símbolo de productividad. No importa cuántas horas trabajes sino cuánto logras en tus horas laborales.

“El trabajo es el refugio de la gente que no tiene nada mejor que hacer.” –Oscar Wilde

O explotemos nuestras pasiones en nuestro tiempo ocioso o busquemos formas de sacarle provecho activamente. El régimen de ocho horas, cinco días, es contraproducente en el siglo XXI, pero si no nos desapegamos de la idea de que el ocio es peligroso, el trabajo nos terminará por absorber. Debemos dejar de satanizar el ocio y reconocer el valor del descanso, pero también de todo lo que dejamos de crear en nuestro tiempo libre perdido.

Editado por: Paolo Pró

Fuentes:
Christian Kroll y Sebastian Pokutta. «Just a Perfect Day? Developing a Happiness Optimised Day Schedule», Journal of Economic Psychology (febrero de 2013).
John Stuart Mill. Principles of Political Economy with some of their Applications to Social Philosophy (1848), libro IV, cap. VI
Nielsen Company, «Americans Watching More TV Than Ever»: <http://www.nielsen.com/us/en/insights/news/2009/americans-watching-more-tv-than-ever.html>. Véase también «Television Watching Statistics»: <http://www.statisticbrain.com/television-watching-statistics>.
Russell, Bertrand. Elogio de la ociosidad y otros ensayos (1935). Londres: George Allen & Unwin.